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La orden religiosa de los Jesuitas: La compañia de Jesus
J. Jesús Gómez Fregoso, s.j.
Haya sido lo que haya sido, casi 700 jesuitas fueron apresados y embarcados en Veracruz hacia puertos europeos: más de 100 murieron en el camino. Finalmente se establecieron en los territorios del papa, sobre todo en las ciudades italianas de Módena, Ferrara y Bolonia. Ahí, en parte para emplear la <>, en parte por la nostalgia de la patria lejana y en parte porque los desterrados vieron que en Europa se escribían libros que denigraban a la Nueva España y a todo el Nuevo Mundo, dedicaron sus energías a escribir en defensa de su país de origen, de suerte que, como dijo el gobierno mexicano en 1970, cuando en solemne ceremonia se colocaron los restos del autor de la Historia Antigua de México en la rotonda de los hombres ilustres, un buen grupo de estos jesuitas desterrados formaron << al grupo de maestros que llevaron a acabo la reforma educativa, preocupada, ocupada en la definición, en la implantación de la mexicanidad...>> y Clavijero, con sus escritos desde el destierro, fue <>.
Prácticamente todos murieron en el destierro: muy contados fueron los que pudieron regresar. En 1814, al saber que el papa Pío VII había restablecido a la Compañía de Jesús, los ancianos se reunieron para reestablecer la orden en México. Durante casi todo el siglo XIX fueron muy pocos los jesuitas en México, que además sufrieron otras supresiones y expulsiones del país, -en 1821, 1856 y 1873-. Fue reducido el número de jesuitas en México: entre 20 y 30 personas. No sería sino hasta 1873 cuando llegaron a 45; pero a partir de 1880, cuando eran ya 48, el número fue siempre creciendo, de suerte que en 1899 eran ya 226. Existió una gran diferencia con las <>, o entidades territoriales, de América del Sur, de los Estados Unidos y de las misiones de Asia y África, donde los jesuitas fundaban <> que difícilmente perdían su constante de estar formadas por jesuitas extranjeros: en nuestro país, en 1814, se restableció la provincia de México y, al comenzar la época de crecimiento, hacia 1880, aunque comenzaron a llegar refuerzos de jesuitas españoles, italianos y franceses, éstos siempre venían para incorporarse al grupo de mexicanos, y esto le dio a la provincia jesuita en México un carácter peculiar. Después de la Revolución, y hasta la fecha, los jesuitas de la provincia mexicana que no han nacido en el país han sido escasísimos.
Durante todo el siglo XIX, el trabajo principal fue el propio de los templos: culto e instrucción religiosa, y las <> en las ciudades y en el campo; eran éstas grandes concentraciones de fieles que se reunían a escuchar al predicador. No se lograron reestablecer, sin embargo, las antiguas misiones del norte, y el trabajo en colegios fue muy reducido; hacia 1870 comenzaron a trabajar en colegios en Puebla y en Saltillo, donde poco después estudiarían los hermanos Francisco y Gustavo Madero. En 1885 se fundó un colegio -seminario- en San Luis Potosí, y en 1896, en la capital del país, el Colegio de Mascarones. Fueron aquéllos años muy agitados por las luchas entre liberales y conservadores: los jesuitas vivían en una posición defensiva, muy de la época, y tenían frecuentes enfrentamientos con liberales y anticlericales. Durante la intervención francesa, algunos fueron imperialistas, como el Padre Basilio Arrillaga, que al entrar las tropas republicanas a la capital del país, en julio de 1867, pasó a formar parte de la lista de indeseables.
A partir de 1900, en que ya eran 231, el número de jesuitas iba en aumento, de suerte que en 1914, al triunfar la Revolución constitucionalista, ya eran 325. De nuevo habían vuelto a trabajar en la misión de la Tarahumara, y ya había colegio en Guadalajara. Durante estos años de principio del siglo intensificaron el trabajo con estudiantes, y el padre Bernardo Bergoend fundó la Asociación Católica de la Juventud Mexicana y que aglutinaría a buena parte de la gente joven, sobre todo estudiantil, en los anos siguientes y en los tiempos de la Guerra Cristera; asesoraban también a grupos de <>, muy combativas. En Jalisco impulsaron el incipiente movimiento sindical. Aunque la gran mayoría de los jesuitas eran mexicanos de nacimiento, el superior era un francés que no olvidaba los excesos anticlericales ocurridos en Francia, en los que habían perecido no pocos jesuitas, y fue tan grande su temor ante el triunfo de la Revolución, que ordenó que los jesuitas salieran del país: una buena parte fue a trabajar a Nicaragua y El Salvador. Hacia 1920 comenzaron a regresar al país para rehacer sus obras, y los jesuitas mexicanos ascendían a un total de 324. En 1926, los jesuitas Eduardo Iglesias y Alfredo Méndez Medina fueron asesores de la ACJM, de donde, en muy buena parte, nació la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa (LNDLR) que, viendo que se habían agotado todos los recursos legales contra la política religiosa del presidente Plutarco Elías Calles, no tuvo ningún inconveniente en aprobar la resistencia armada que luego se convirtió en la Guerra Cristera. Durante la persecución religiosa de estos años fueron fusilados 2 jesuitas, sin juicio previo ni las formalidades de ley: el padre Miguel Agustín Pro en la capital del país, y el padre David Maduro en Parras, Coahuila.
(7)El discurso del secretario de Educación Pública, Licenciado Agustín Yánez, apareció en los principales diarios de la capital del país el 7 de agosto de 1970.
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