El Riesgo de definirse así mismo en plena libertad: Una lectura fronteriza del testimonio del hombre curado de ceguera en Juan 9, 24-34



Introducción

Contenido

Participantes


"Una visión espiritual de la frontera de Estados Unidos y México"*


Daniel G. Groody

"Tuve hambre y me diste de comer"

Para la mayoría de los migrantes indocumentados que ingresan a los Estados Unidos de México y Centro América, la decisión de dejar sus hogares empieza con el hambre. El empleo es escaso, los salarios van en bajada, el crecimiento económico es lento y la pobreza es extensa. Especialmente en sectores rurales muchas familias están batallando simplemente para sobrevivir. Gustavo de Cuernavaca, México relata lo siguiente: "Algunas veces mis hijos vienen y me dicen, 'Papa, tengo hambre' y yo no tengo suficiente dinero para comprarles comida. Yo no les puedo decir que no tengo dinero, pero no tengo. Apenas puedo poner frijoles, papas y tortillas en la mesa con lo que gano. Si tengo suerte puedo darme el lujo de comprar papitas fritas o un pedazo de pastel una vez a la semana. Pero eso es todo. Me siento fatal, pero no hay nada peor que ver a los ojos a tu hijo hambriento sabiendo que no tienes suficiente para darle."

Hasta la patrulla fronteriza admite que el noventa y ocho por ciento de los inmigrantes indocumentados no son narcotraficantes o criminales, sino gente trabajadora buscando un empleo para poder ayudar al sustento de sus familias. Ellos viajan por el desierto porque tienen que arriesgar sus vidas en busca de empleo. Es a raíz de este sufrimiento en la que una profunda espiritualidad emerge. John Anserino dice, "nada va a detener a esta gente honesta en su búsqueda de una vida mejor, ni las muertes en el desierto ni la transformación de la cortina de tortilla en la cortina de hierro. La diferencia económica entre México y los Estados Unidos se hizo más clara cuando pase tiempo hablando con personas en ambos lados de la frontera. Del lado Mexicano un migrante llamado Moisés dijo que el llegó a esta área "en busca de dinero para que mi familia tenga pan que comer." Del lado Americano a sólo unas millas hablé con una mujer en un centro turístico de San Diego que dijo que ella vino al área a buscar "un pan especial que no puedo encontrar en ningún otro lado." Mis conversaciones con estas dos personas simbolizan la incómoda realidad de la frontera, un lugar donde dos personas pueden buscar su pan de cada día empezando de puntos muy diferentes, uno de desesperación y abandono, otro de lujos y riquezas. La frontera es un lugar donde el inmigrante indocumentado y el residente legal pueden residir en el mismo espacio geográfico, y aun vivir en dos mundos totalmente diferentes.

Para muchos migrantes su viaje a la frontera de México y los Estados Unidos es un viaje a la puerta de Lázaro (Lucas 16:19-31). Esto quiere decir que están sentados afuera de la reja esperando comer las migajas que caen de la mesa de la economía de Estados Unidos. Es impresionante que en el Evangelio de Lucas aprendemos el nombre de un pobre llamado Lázaro, pero nunca aprendemos el nombre del hombre rico. El nombre 'dives' se originó en tiempos medievales. Dives significa rico en Latín. Nosotros no sabemos el nombre del hombre rico, pero si del hombre pobre. A lo largo de la frontera Mexicana ocurre lo opuesto. Nosotros sabemos los nombres de los ricos y famosos, pero los pobres se mantienen en el anonimato. Muchos de los que aparecen muertos en el desierto son enterrados en cementerios sin nombre, solo tienen un ladrillo que dice "Juan Pérez" o "Juana Pérez". Una de las batallas más importantes para los inmigrante y la base de su espiritualidad es la búsqueda por la dignidad humana. Aunque experimenten hambre de pan, su hambre principal es más profunda. Tienen hambre de ser reconocidos y valuados como personas creadas en imagen y semejanza de Dios.

"Tuve sed y me diste de beber"

Aunque muchos migrantes batallan con el hambre en sus tierras, muchos otros mueren de sed al pasar a través de los desiertos de California, Arizona, Nuevo México y Texas. Los migrantes deben caminar cincuenta o sesenta millas en temperaturas mayores a los 120 grados Fahrenheit (49 Centígrados) antes de llegar a las carreteras principales o a algún poblado. El calor es tan intenso que las botellas de agua que se tiran se cosen con el sol y se quiebran como papas fritas. Dichas condiciones ocasionan que los migrantes tomen medidas extremas en su búsqueda de agua. Algunos abren los cactus y extraen los fluidos de la planta. Otros toman agua del ganado que está infectada con enfermedades de todo tipo, inclusive con parásitos que comen la piel. Algunos migrantes toman sus propios orines o el de algún animal para poder sobrevivir. "No es algo bonito" dice Daniel, "pero cuando enfrentas morir de sed, haces lo que tienes que hacer." En medio de su desesperación es impresionante escuchar las historias de generosidad espontánea que el espíritu de los migrantes inspira.

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February 16, 2015