El Colonón



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El Colonón


Melania Santana Rios

     Hace un calor de la patada; quisiera que el carro tuviera ventanas bajitas; tengo un río de sudor entre las piernas y el asiento… bueno, al menos se me están abriendo los poros; sólo a mí se me ocurre venir a poner gasolina con este colonón.

     Ay, ay, ay, ¡chin!, te paraste, ¡cochino armatroste!

     Ah sí, cómo no chiquito, me paré para que te me metieras: que le hace, al cabo que ese Mercedes que traes no te va a salvar de que te dé diarrea… Ay, ¡qué gacha!, ya me salió lo maldita.

     No entiendo por qué ya no avanza la fila, si allá enfrente se está dividiendo. ¡Ay! tenía que ser, espero que el ponerte aguzado no interrumpa tu lectura y para colmo, indeciso -por éso no nos quieren los gringos- a ver, esta situación se está poniendo muy caliente, y este carro trae ganas de volverse a apagar; aventurémonos porque éstos están muy lentos.

     ¡Chinteguas! ya me quedé sin fila, que le hace, avanzaré paralelo y alguien se tiene que distraer.

     -Ándele señor, no sea malito,
     -Gracias.
     -¡Qué pena! por dejarme pasar se le metieron otros dos, me ha de ir mentando a toda la familia.

     -Así pasa el tiempo, y el carro avanza a una velocidad estable de dos millas por hora, el olor a quemado aumenta, todo está más pegostoso; se acalambran mis piernas de tanto meter el clutch,- pero ¡qué va! más quema por dentro ver la mirada de esa mujer, es casi una niña, y tiene la mirada de anciana, desgastada, cansada, de resignación, casi le tendría compasión si no fuera más el coraje que da ver al bebito tragándose todo el "smog" de los escapes; casi tiene a los mofles como mamila en la boca, no creo que ese bebé pueda crecer sano, se le ha de morir el cerebro con tanto veneno; me pregunto cómo puede su mamá tenerlo así, pero de que puede,…es a lo mejor la manera que conoce para darle de comer, o evitar que la golpee el Mario que la trajo, se la robó de algún pueblito y…

     -No gracias, hoy no, -este filántropo tiene más bien cara de depravado, ¿de qué manera ayudará a los niños esos? bueno, al menos da la ilusión de ayuda.

     Prefiero darle mi feria a este niño que está cantando con tanto sentimiento, ya quisiera medio Televisa cantar así.

     Ay, qué simple gringo, ni siquiera se le raspó el carro; cómo tiene al pobre viejito; qué cara de asustado… ah no, pero ha de parar la fila para salir a gritar…que se venga en crucero para no batallar.

     ¡Uy! ya subió la aguja de la temperatura y falta todavía un buen cacho para la bajadita. Que tal este hombre, ha de ser un horno debajo de tanta cobija; ojalá las venda.

     He de estar en la fila de una mujer, o un chicano, ¡qué va! parece que nos salieron raíces a todos.

     Ni sé para qué voy al otro lado, ¿será que de aquel lado de la reja se mete el sol?, ya no se ve aquí el atardecer, así nos castigaron, tapándolo, ha de ser por no ser hijos de "Supermán".

     De la famosa intervención del Ingenioso Hidalgo, Don Quijote de la Mancha en la Revolución de Tijuana

     Si su excelencia me da licencia, os relataré de los hallazgos hechos en el reino donde las doncellas esperan en balcones musicales a los caballeros andantes que han cambiado sus corceles por cápsulas metálicas.

     Ahora sabrá su excelencia, encontrándome en plena Revolución de Tijuana, según me fue informado por un gentil buen hombre, que por dos dólares…(deberé explicar que se trata de unos vales verdes, con los que me favoreció el Conde Valuta a cambio de una sarta de corales con extremos de oro que, según él amablemente me aclaró, estos vales son la mercancía más codiciada por la que nobles caballeros, y virtuosas doncellas, cambian sus sublimes ideales y venden su alma en jornales lunares a bandadas de personajes ruidosos que compensan su carencia de gracia, y elegancia, con estos mencionados dólares, recibiendo así la más gentil acogida por los parroquianos que les llaman amigos)… Volviendo al gentil buen hombre, cuyo título se denomina taxista que, al parecer, se trata de una orden muy alta de caballería, pues al recorrer las calles a uno lo saludan exclamando "taxi"; parece ser señal de reverencia, pues se me dice muy a menudo…Decía que por dos dólares se me transportó en una cápsula amarilla donde no era posible hablar con las demás gentes que en sus cápsulas transitaban el mismo camino, hasta que desciende uno, y en tierra firme, ya es uno acogido por los revolucionarios con toda clase de presentes que son ofrecidos, como joyas, dulces, flores… os digo, su excelencia, que ni visitando al Gobernador Sancho en su ínsula es uno recibido con tanto presente; a todas estas atenciones y presentes renuncié cortesmente, pues sabrá usted que si he de participar en esta Revolución, la ligereza es de suma importancia en la batalla.

     En mi anhelo por contribuir lo más pronto posible a la valiente causa, me dispuse a cruzar el río, pues a lo lejos ví el estandarte del General Pancho Villa y, como caballero andante, mi deber es auxiliar a estas causas nobles; creo que era urgente mi ayuda pues en un "Rancho Grande" se divisaban también grandes revueltas; además, la pobreza que he visto en las calles laterales explica lo excéntricos y avaros que son los señores que habitan en estos mesones y castillos de colores y luces, de donde emanan melodías que seguramente interpretan algunos músicos que se trajeran del África, cosa que explica también las vestimentas que han de usar probablemente en sus rituales las doncellas.

     Así, antes de poder llegar al Río que ví, claramente señalado, es el Rita (seguramente se encuentra rodeado de selva), unos místicos que veneran al Unicornio me asieron de las vestimentas y me condujeron a un sótano donde la sacerdotisa celebraba una danza, a la manera de las odaliscas de oriente, ayudada por los cánticos efusivos y complicados de palabras extrañas que supuse eran parte del ritual; deberé explicar a su excelencia que, como es cortés que un invitado participe en los rituales, me esforcé por mantener toda la nobleza que mi orden conlleva, pero es extraño cómo estos hombres se convierten en unicornios; todo eso del ritual está muy bien, si les resulta y beneficia, pero debo reportarle que de entre la muchedumbre apareció mi antiguo adversario: El Caballero Negro, y con sus grotescos modos, intentó raptar a la sacerdotisa; fue entonces cuando me vi forzado a tomar la pata de una mesa, (ya que mi lanza fue confiscada en la Puerta México), y darle su merecido, es así como empezaron a salir de todos lados dragones que lanzaban estruendosas llamaradas de fuego que dejaban restos de plomo; armado de valentía, tomé protección detrás de una barra en lo que la gente uniformada, llamada por el ruido, aprisionó a los dragones; pero así no me salvé de que la manada de unicornios saltara sobre mí y me recetara tal paliza que a, no ser por mi armadura, ya no poseería ningún hueso entero.

     Acto seguido, desperté en un callejón donde unos angelitos con la cara tiznada y expresión de curiosidad, me auxiliaron a levantarme, explicándome además que esta Revolución efectivamente está llena de muchas batallas, y que la gente pierde su vida, algunas madres a sus hijas… pero que la razón de todas las batallas en la Revolución, son esos vales verdes que me dio el Conde Valuta: posiblemente, los míos desaparecieron en el templo de los Unicornios.

     Al ver que no tenía obsequio alguno para que estos ángeles pudieran llevar a su Señor, me dispuse a seguir sus consejos de montar en una cápsula amarilla para dejar atrás esta Revolución, en la que no hay necesidad de un Caballero Andante y, seguramente, hay suficiente vino para que todos mantengan el ánimo y continúen creyendo en la nobleza de la causa por la que luchan, para después regresar al balcón donde aguardan sus doncellas; que esta historia de las doncellas de la Revolución de Tijuana es otra complicada cuestión que se relatará en otra ocasión.

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Posted on

February 16, 2015