Los Derechos Humanos y el Desarrollo Sostenible



Presentación

Contenido

Participantes

Los Derechos Humanos y el Desarrollo Sostenible

Carlos A. de la Parra

¿Es sostenible el modelo de desarrollo en Tijuana?

     ¿Cómo se reconoce la sustentabilidad o cuáles criterios determinan si un modelo de desarrollo es o no sostenible? La sustentabilidad puede evaluarse en tres ámbitos: el ambiental, el económico, y el social. En ese sentido, la sustentabilidad (o sostenibilidad) ambiental requiere que el medio construido (urbanizado) no deteriore la capacidad del medio natural para aportar riqueza. Los servicios ambientales que otorga la naturaleza a la sociedad en forma constante y cotidiana es un rubro olvidado del modelo de desarrollo con que vivimos. En un amplio estudio sobre el valor económico de estos servicios ambientales, Robert Costanza y un grupo amplio de economistas ecológicos, encontraron que el valor de dichos servicios, a nivel mundial, asciende a tres veces el valor del producto interno bruto sumado de las economías del mundo entero. Dicho de otra forma, la naturaleza produce de manera imperceptible tres veces más de lo que produce la humanidad. Estos servicios incluyen la regulación de gases, regulación del clima, regulación de tormentas e inundaciones, abastecimiento de agua, control de erosión, formación de suelo, reciclaje de nutrientes, polinización, degradación de material de desecho, la aportación de recursos genéticos, y otros(5).

     La sustentabilidad económica se mide a través de cuentas verdes o ambientales que consideren el deterioro y el consumo del capital natural, descontando patrimonio cuando se produce depredando, internalizando así los costos ambientales. En el lenguaje de los contadores, el desarrollo sostenible exige vivir del interés o renta, y no del capital. La sustentabilidad social exige que el modelo de desarrollo adoptado se dé a través de la autodeterminación y la convicción de la comunidad, es decir, que la estrategia emprendida sea por consenso. Así, un gobierno que privilegia inversiones para el transporte público sobre el privado, o implanta el reciclaje de desechos sólidos debe contar con el consenso de su comunidad o estará destinado al fracaso.



¿Qué está pasando en Tijuana?

     Aquel famoso adagio, "Go west, young man", que acuñara el legendario Horace Greely, trazó la ruta hacia el oeste para el desarrollo estadounidense durante el Siglo XIX. En México, durante el Siglo XX, las principales rutas migratorias dentro del territorio nacional han tenido como destino la frontera México-Estados Unidos. El mítico norte, tierra promisoria de oportunidades y riquezas yace, para el migrante latinoamericano, al norte del Río Bravo. Sin embargo, las estadísticas recientes (EMIF, 1997) muestran que las ciudades fronterizas del norte de México se han convertido, de manera creciente, en la intención de destino principal. Cerca del 60 por ciento de la migración con intenciones laborales lleva como destino las ciudades fronterizas del país y no Estados Unidos. Irónicamente, la disparidad en las dinámicas económicas entre México y Estados Unidos ha sido el motor fundamental en la creación de las ciudades de la frontera (Alegría, 1992). Como lo demuestra el análisis del profesor Tito Alegría, las ciudades fronterizas mexicanas por casi un siglo han crecido al mismo ritmo que crece el diferencial entre el Producto Interno Bruto (PIB) per cápita de Estados Unidos y el de México (Gráfica 1).



Gráfica 1

     Las estadísticas sobre la actividad económica en la región, sus índices de producción, la educación promedio de la población, los niveles de inversión pública y el bajo desempleo, perfilan también a la región norte del país como una tierra hospitalaria y próspera. Por su nivel de actividad económica, los estados fronterizos son un territorio híbrido entre el elevado nivel de industrialización de Estados Unidos y el limitado desarrollo del resto de México. Si excluimos las cifras que corresponde al Distrito Federal, los estados fronterizos aportan el 30 por ciento del resto del PIB nacional con el 19 por ciento de la población correspondiente a los mismos territorios (INEGI, 2000a).

     Varios factores ambientales, económicos, y sociales confluyen para hacer de la frontera norte de México un sitio con condiciones de desarrollo singular en el país. El Programa de Industrialización Fronterizo, iniciado en la década de los sesenta; la vecindad con Estados Unidos, aunado al menor desarrollo socioeconómico que ha fomentado la entrada a territorio fronterizo nacional de 230 mil toneladas de residuos peligrosos año con año, cifra que según el Instituto Nacional de Ecología (INE) va en aumento. Este diferencial en el desarrollo socioeconómico ha hecho que, bajo la lógica de mercado, México tenga "en oferta", en su relación bilateral con Estados Unidos, recursos naturales más económicos (suelo, agua, aire), recursos humanos de menor costo, y servicios (energía eléctrica) de menor costo. Asimismo, la alta migración, con poca cultura de la familia extendida que se ha quedado en el sur del territorio nacional para los migrantes jóvenes; el clima árido con reducida capacidad de regeneración; el tratado de Libre Comercio, NAFTA, y las dinámicas que ha impreso en las localidades fronterizas, hacen de la frontera norte un sitio sui géneris.


Tijuana en transición

     Aunque históricamente muy joven, Tijuana cruza ya por la adolescencia y va descubriendo el camino a su madurez como ciudad. Tijuana tiene pocos límites para su crecimiento; territorio, potencial, capital, migración. Políticamente hablando, la sociedad tijuanense se sabe fuerte e influyente, y con un peso específico alto dentro del Estado. Hace ya casi 12 años, en 1989, que Tijuana y Baja California vivieron un cambio de régimen político que cambió códigos y reestructuró fuerzas. Aunado a ello, la apertura comercial y económica que ha vivido el país desde finales de los años ochenta, acentuada con la llegada del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (NAFTA) en 1994, ha dejado una profunda huella en el paisaje urbano. En términos urbanísticos, Tijuana se ha convertido en una ciudad policéntrica, con dinámicas independientes en los distintos sectores de la ciudad y desvinculadas del centro histórico que anteriormente los articulaba.

     Este carácter nuevo de Tijuana incluye en gran medida un ordenamiento y organización urbana, pero en esencia, es producto del crecimiento y no del desarrollo.

     Hagamos la distinción. Crecimiento es más de lo mismo, es decir, un cambio cuantitativo; desarrollo implica un cambio cualitativo. Muchos de los rezagos históricos de Tijuana siguen vigentes, como el cuidado del ambiente, mayor atención a la salud pública, un transporte público eficiente, mayor presupuesto para sus escuelas, un manejo más racional de recursos naturales, un manejo adecuado y responsable de sustancias peligrosas, identificación y control de riesgos, etcétera. Estos puntos son el eje de nuestra reflexión.


Calidad de vida

     La ruta del desarrollo que van siguiendo las ciudades del norte, como Tijuana, no pasa por muchos de los factores que favorecen una mejor calidad de vida. A pesar de reconocer que el término calidad de vida resulta demasiado subjetivo e impreciso, los cambios cualitativos en la vida de los tijuanenses no está dado por una mayor productividad o elevando el PIB local. El incremento de la actividad económica es sólo un fin instrumental o un medio; el fin sustantivo es mejorar la calidad de vida, objetivo que el modelo vigente de desarrollo parece haber olvidado. Dicho de otra forma, la asignatura pendiente para el nuevo gobierno federal en las ciudades de la frontera norte no es estimular la economía y la generación de empleos, sino poner énfasis en indicadores alternativos que revisen la calidad de vida y contribuyan a mejorar la atención social.

     Calidad de vida implica un conglomerado de factores de orden físico (ambiente sano, bienes cuantificables, servicios, riqueza material) y de orden psicológico (Vg., seguridad social, tranquilidad) para la sociedad (Liu, 1982). Como parte de los factores de orden físico, Tijuana debe voltear hacia la conservación de su vegetación y su paisaje natural como medida de restauración del ambiente que contribuya, a su vez, a la prevención de desastres. Tijuana ha avanzado enormemente en la reducción de desarrollos precarios, característicos de la Tijuana de crecimiento azaroso y marginal de décadas pasadas. Aquel paisaje era producto de la incapacidad de atender la abrumadora demanda de suelo en la ciudad, situación que si bien no se ha resuelto, sí se ha disminuido.

     Los nuevos desarrollos habitacionales de interés social son una historia diferente. Al crecer la capacidad de gestión del suelo urbano, miles de hectáreas son fraccionadas con velocidad vertiginosa para capitalizar esa demanda. En aras de mantener el orden urbano, nuevos desarrollos surgen día con día, con singular desprecio al paisaje natural y con elevadísimas densidades de población; ello arremete contra la calidad de vida urbana por las alteraciones ecológicas que propicia y la conspicua ausencia de áreas verdes de ornato. A pesar de que promotores de bienes raíces y fraccionadores argumentan que ello obedece al deseo de mantener los precios accesibles, la agresión es real y debe cesar, pues daña al entorno y no produce mayor bienestar en el largo plazo. A diferencia de los desarrollos precarios de antaño, este modelo de desarrollo no tiene antídoto. La exigua calidad de vida que ofrece a sus habitantes lleva el sello oficial de la autoridad y el beneplácito de la sociedad que lo sanciona con su código urbano. A los nuevos habitantes de esta frontera próspera les tendremos que explicar que su bienestar ha sido mediatizado por la masificación de lo comercializable.

     Un elemento más de la fórmula para el bienestar es lo relacionado a la organización para el recreo urbano, campos deportivos, parques, y otras áreas propias para el solaz y el ocio. Los términos recreo, solaz, y ocio están cargados de una connotación negativa. "El ocio es la madre de todos los vicios," reza el refrán. Y sin embargo, es el tiempo para el ocio y el solaz en el que el ser humano se encuentra artística y espiritualmente. No hay, de manera seria, una política de estado para invertir en el recreo y el ocio, porque no parece haber reconocimiento de que el recreo y el ocio son una inversión valiosa. Inversión no es sinónimo de gasto; implica una recuperación. Y el tiempo de ocio y el recreo ofrecen, con el tiempo, dividendos sociales cuantiosos en creatividad y reducción de delincuencia.

     Estos son los parámetros de un desarrollo para la frontera norte. Desarrollo implica necesariamente un cambio cualitativo. Einstein decía que la solución de un problema no puede darse en el mismo estado mental en el que se gestó el problema. El tiempo de cambiar nuestro enfoque para la frontera norte ha llegado.

  1. Esta desagregación de competencias sería análoga en la defensa de Derechos Humanos si ubicáramos la defensa contra golpes o abuso físico en una instancia oficial y la defensa contra abuso psíquico en otra.
  2. Para mayor información respecto al movimiento denominado "uso racional", véase Beating the Green Backlash, editorial, The Ecologist 27(3): 86-7.
  3. Ibid.
  4. Los Derechos Humanos, Comisión Nacional de Derechos Humanos. Página de internet, http://www.cndh.org.mx/losderh.htm, Noviembre, 2000.
  5. Costanza et al, 1998. The value of the world's ecosystem services and natural capital. Ecological Economics 25: 3-15.

Parte 1 | Parte 2


Pagina Anterior

Skills

Posted on

February 16, 2015