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Benedicto Ruiz

El 8 de julio del 2001 se realizaron elecciones estatales en Baja California para renovar la gubernatura del estado, los ayuntamientos y el congreso local. Desde la alternancia que se produjo en 1989, ésta fue la tercera ocasión en que se renuevan los poderes estatales y la quinta en la elección de las presidencias municipales y diputados. El Partido Acción Nacional, en alianza con el Partido Verde Ecologista de México, consiguió de nuevo una victoria en el gobierno del estado y en cuatro de los cinco municipios que existen actualmente. Y en el congreso ganó trece distritos de los dieciséis que estuvieron en competencia.

En El Bordo hemos considerado importante dedicar este número al análisis de los resultados electorales desde varias perspectivas, incorporando de esta manera un tema que por razones de espacio no había sido posible tratar en otras entregas.

En un primer momento ofrecemos un artículo de Benedicto Ruiz, quien nos presenta un panorama general del proceso electoral, desde las campañas y la selección de los candidatos por parte de los partidos políticos, hasta los resultados que obtuvieron cada uno de ellos, la comparación con otros comicios durante estos últimos doce años y el desarrollo de algunas hipótesis para explicar el elevado abstencionismo que se registró en las urnas.

De acuerdo con el autor, los datos de este proceso electoral y el cotejo con otros resultados nos muestran una tendencia al estancamiento en los votos que viene conquistado partidos como el PAN, quien no logra superar un cierto techo electoral y parece sostenerse casi exclusivamente en las inclinaciones de su voto duro. Si bien gana ampliamente estas elecciones, el PAN registra pérdidas de su votación en términos absolutos en algunas zonas y distritos.

Por el lado del PRI, es el partido que registra las mayores pérdidas tanto en términos absolutos como relativos a nivel general, aunque hay algunos municipios donde su declive es más pronunciado. Sin embargo, a pesar de su creciente debilidad y difícil recomposición a partir de su derrota, el PRI se conserva como una fuerza competitiva a nivel del estado y, en particular, en municipios como Ensenada y Tecate, además de algunos distritos de la ciudad de Mexicali.

Pero aparte de estos datos, el autor se detiene en la exploración de algunas hipótesis para tratar de entender el fenómeno más singular de esta jornada electoral: el elevado abstencionismo registrado en las urnas, lo que dio lugar a que los gobiernos electos fueran avalados por una minoría de electores en condiciones de sufragar. Las hipótesis sugieren una conjugación de elementos que estarían interviniendo: desde las campañas y la falta de alternativas creíbles, la similitud de propuestas entre partidos y candidatos, hasta un cierto desencanto de algunos sectores de la sociedad con los gobiernos de Acción Nacional.

En una siguiente colaboración, Edgardo Contreras Rodríguez, aborda el sentido del voto de los sectores en condiciones de pobreza en el municipio de Tijuana. Con base en los datos de una encuesta realizada por la Universidad Iberoamericana y otros estudios previos, en los cuales se identifica la localización geográfica de los sectores en condiciones de pobreza, el autor coteja esos resultados con los votos registrados en las casillas ubicadas en esas áreas. Como el mismo autor nos previene, el análisis tiene un carácter aproximativo, sobre todo porque las condiciones de pobreza de esos sectores son heterogéneas y cambiantes, no obstante compartir ciertos elementos comunes.

A pesar de estas precauciones, sus datos nos revelan hallazgos importantes. Por ejemplo, que el 43% de estos sectores votaron por el PRI, mientras que el 38% lo hicieron por la Alianza por Baja California, constituida por el PAN y el PVEM. La abstención, si bien ligeramente superior al conjunto de los votantes, no guarda muchas diferencias con el resto de la población que no se encuentra en una situación de pobreza, lo que significa que el abstencionismo cubrió por igual a todos los sectores.

Un dato igual de importante que señala el autor consiste en que este comportamiento se da con semejante intensidad en aquellas áreas y colonias de la ciudad que, prácticamente, se han desarrollado bajo los gobiernos de Acción Nacional, como es por ejemplo la zona Este de Tijuana. En estos sectores también se aprecia una falta de interés por participar electoralmente, lo que sin duda introduce mayores complejidades al fenómeno de la abstención.

En una tercera colaboración, Tania Hernández Vicencio recrea las condiciones del proceso electoral y compara los datos de los últimos comicios en Baja California, para concluir que el triunfo del PAN el 8 de julio pasado no necesariamente representa un avance real del partido. Para la autora, el éxito del PAN está más vinculado con factores tales como el profundo debilitamiento del PRI y otras opciones políticas, más que con el alcance de su trabajo proselitista o la eficiencia de los gobiernos panistas.

Un segundo rasgo que anota Hernández Vicencio es el carácter plebiscitario que tuvieron los pasados comicios, debido sobre todo a la inexistencia de puntos de tensión o de ruptura en las propuestas de los partidos y candidatos, lo que al final de cuentas se tradujo en una falta de motivación para que los electores se involucraran de manera más intensa. Por lo tanto, dado este conjunto de características es difícil -de acuerdo con la autora-, hablar de un ejemplo de normalidad democrática si hay ausencia de debates sustanciales, si no existe competencia ni participación ciudadana.

En El Bordo esperamos que estas tres colaboraciones que ofrecemos en este número aporten elementos para seguir analizando la singularidad de los procesos electorales en Baja California y para continuar buscando las causas más profundas que están generando la falta de participación de los ciudadanos.


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February 16, 2015