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LA ÉTICA ES POSIBLE
Juan Ricardo Valenciano, s.j.
Atenderemos la primera. Ignacio nos llevará de la mano durante varios ejercicios para determinar las acciones que sólo vienen de lo psico-somático y no invaden de gozo profundo a la persona, sino más bien traen tristeza al espíritu.
Ignacio presupone que la persona que actúa confiada en sus impulsos psico-somáticos es probable que no acierte en sus decisiones, dado que se puede imponer el pasado (psiqué) y/o las necesidades que como ser viviente se tienen (somático); es en este tipo de actuación donde puede enquistarse el mal y producir como resultado una acción errónea. Para Ignacio, pecado es un tropiezo o una desviación del proyecto de realización que trasciende, y la realización que Ignacio considera es aquella que se vive no sólo cuando nuestros sentidos nos trasmiten un momento de bienestar, sino en donde nuestro corazón se siente pleno y agradecido con nuestro creador (gozo espiritual).
Los condicionamientos externos. Sabemos que Freud proclamó, a partir de sus estudios, que las decisiones de cualquier persona están condicionados por la propia historia y por los más ocultos deseos. Marx desde el punto de vista socioeconómico encontró su respuesta diciendo que las personas estaban condicionadas en su actuar por una infraestructura económica.
Volviendo a Ignacio, muy anterior a ellos, advierte que toda persona que quiere tener un actuar en el camino de realización, es decir, -en su lenguaje teológico-espiritual, sin pecar-, necesita descubrir las estructuras sociales que le impiden desarrollarse. Estas dificultades sociales aunadas a las dificultades que de la persona emanan, las llama pecado estructural y personal. A los dos pecados es necesario desenmascararlos para que conociéndolos, la persona no sea afectada por su dinamismo.
En cuanto al pecado estructural debemos descubrir cuál es la causa principal, motor y fin del movimiento social y sus consecuencias, de modo que de manera firme la persona se oponga a colaborar con ello, si esto destruye al prójimo. Para esto la persona deberá traer a su mente y sentidos los rostros de los empobrecidos de la tierra y conocer sus anhelos e impotencias. A la vez conocer a los ricos de la tierra para oírlos hablar y planear sus acciones, de modo que se determine no colaborar en aquello que empobrece a la humanidad.
Realizada la primera parte del ejercicio es necesario también descubrir la estructura personal de pecado. Ignacio pide que se esté atento a sus propias debilidades porque si no se tiene la capacidad de detectarlas y reconocerlas no será posible seguir el itinerario espiritual. Para ello pide se haga una regresión deteniéndose en cada momento de la vida y ver los rostros concretos a quienes se afectó por el condicionamiento personal, por los antivalores puestos en acción y se arrepienta de ello, para así determinar nunca más volver hacerlo.
Con estos ejercicios realizados la persona es consciente de su capacidad de maldad si determina su vida sólo por las reacciones psico-somáticas, además puede desenmascarar aquellas debilidades que forman parte estructural del actuar y que pueden llevarla a desviarse del camino.
Durante los ejercicios anteriores Ignacio sabe que la persona se verá afectada por dar o no dar el paso. En esta situación se le pide que cuando detecte que su ánimo decae porque se enreda con razonamientos falsos y placeres aparentes, que lo invitan a no seguir adelante, haga el propósito de perseverar en los buenos propósitos.
En los ejercicios es esencial ver nuestro estado de ánimo, por ello Ignacio determina que cuando se detecte la persona triste, agotada, como experimentando una separación enorme entre su estado actual y lo que debe ser, no cambie sus opciones, antes bien considere que por el camino que anteriormente transitaba no puede haber realización personal ni habrá posibilidades de realización para los demás. Para ello sirve seguir trabajando en paciencia y oponerse radicalmente a los falsos razonamientos.
Si en el proceso se siente gozo de vislumbrar un camino, Ignacio invita a que se tome fuerza y determinación para cuando se vuelva a la confusión.
Hasta aquí se han dado pasos para que cada persona sea capaz de escudriñar el interior de su corazón y pueda hacer una opción de vida y experimentar lo que su creador y la humanidad entera esperan de él.
Segunda parte
La siguiente parte de los ejercicios tienen el fin de constatar que la persona sabe hacer un análisis espiritual, no sólo de sus sentimientos sino también de sus pensamientos. Esta es la parte racional del proceso, dado que la otra fue más de análisis de los sentimientos. Ignacio considera que en este momento lo racional estará acorde con lo afectivo o nunca habrá una respuesta sin esquizofrenia. Porque se puede correr el riego que los sentimientos digan lo contrario de la razón y viceversa, y de esta manera nunca habrá realmente paz interior en la toma de decisión.
Para Ignacio existen dos tipos de personas ante la vida. Aquellas que viendo a la gente sufrir y morir por las injusticias, el hambre, el desempleo, las faltas de oportunidades para una vida digna, decide que su proyecto es obtener riquezas, honor mundano, soberbia y todas las consecuencias de éstas. Para esa persona el proceso de llegar a ser una persona ética se abortó. Éstas son aquellas personas que adentradas en sus estructuras de pecado y habiendo reconocido los rostros de quienes sufrieron por sus acciones no se dan una oportunidad de cambiar. Estas personas ya tomaron una decisión en su corazón, basado sólo en su tendencia psico-somática; para ellas la ética no existe.
Siguiente parte
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