EL RETO CENTRAL DE LA FORMACIÓN UNIVERSITARIA



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EL RETO CENTRAL DE LA FORMACIÓN UNIVERSITARIA

Gabriel Enrique Núñez Hurtado

Cualquiera de nosotros reconocería en el párrafo anterior los componentes normales del currículo universitario, incluso los factores en los que las IES basan sus invitaciones para reclutar nuevos alumnos. Pero la acción del egresado de una universidad no se reduce a aplicar conocimientos a problemas, sino a elegir entre cursos de acción científica y técnicamente posibles. Saber cómo se produce el TNT no es fácil, pero es mucho más difícil la elección entre hacer explotar el TNT o no, entre producir y llevar al consumidor estos satisfactores u otros, decisiones que suponen un componente de conocimiento científico pero no están en ese campo sino en el campo de la relación de la ciencia y la tecnología con el ser humano, en el campo de la relación teleológica. Uno es el problema científico-técnico de saber cuántos gramos de nitrógeno son necesarios para producir este explosivo en particular con esta fuerza predefinida, saber cuántos kilos de explosivos se requieren para destruir tal o cual estructura; otro es el problema de decidir producir o no el TNT, destruir la estructura o no, lo cual no depende de saber cómo hacerlo sino de para qué quiero destruirla. La misma relación técnica prevalece si se trata de destruir el cuartel de un ejército (obviamente enemigo) o de demoler un edificio ruinoso para dar lugar a parques u hospitales, realizar un acto terrorista o bloquear con el explosivo un pozo petrolero que se incendia. Generalmente en el currículo universitario se da por supuesto que el estudiante podrá manejar la elección una vez que domine los aspectos científicos y técnicos. La sociedad, por otra parte confía en que el egresado universitario no sólo sabrá cómo hacer las cosas, sino que también sabrá hacer sólo las cosas buenas, o más bien que hará o tratará de hacer las cosas mejores. Y esta confianza que la sociedad otorga al egresado de una universidad es una confianza basada no sólo en sus conocimientos sino en sus valores.

Valores y decisiones: Aclaraciones necesarias

Las decisiones entre alternativas se toman en función de los valores de quien elige. La discusión del tema de los valores es muy amplia, y no es la intención de este pequeño escrito el intentar participar en ella de manera alguna significativa. No se trata de intentar una aportación a la axiología. El tratado que casi podríamos llamar clásico de Rizieri Frondizi (¿Qué son los valores?, México, F.C.E. 1958) es a mi juicio una excelente introducción general al respecto. Desde el punto de vista del tratamiento de la relación entre educación y valores, sobresale la excelente síntesis que hace Araceli Delgado Fresán en su reciente libro Formación valoral a nivel universitario. (Universidad Iberoamericana Ciudad de México, México, 2001). Un enfoque innovador es el de Martín López Calva en su reciente libro Educar la Libertad: más allá de la educación en valores (México, Trillas, 2001).

Para lo que se presenta más adelante, es necesario explicitar algunas reflexiones. En primer lugar, los valores no existen en abstracto ni de manera aislada, como si fueran cosas más o menos apetecibles, sino que son la forma como la persona orienta sus preferencias: los valores sólo existen en las personas, porque cualifican y definen una relación entre la persona y la pluralidad de las cosas del mundo en el que la persona, cada persona, realiza su existencia. Y es precisamente en razón de esa pluralidad que los valores sólo pueden existir de manera estructurada, como una escala de preferencias hacia los elementos del mundo, pues como afirma Frondizi, "es una característica de los valores estar ordenados jerárquicamente".

Además vale la pena aclarar, o simplemente mencionar, otro ámbito de confusión. Se dice que existen valores y anti-valores, pero esto sólo tiene sentido al nivel de lo conceptual abstracto. Es decir, si la justicia es un valor, la injusticia se puede concebir como el anti-valor; pero en la vida real no existe justicia ni injusticia, existen acciones calificadas como más o menos justas, realizadas por personas concretas que deciden en función de sus preferencias: difícil pensar que alguien elija la injusticia, sino que elige la riqueza, el poder político o su seguridad por encima del respeto a los derechos de los demás. De estas confusiones e imprecisiones se derivan en gran medida expresiones que se leen y escuchan con frecuencia, como: estas generaciones jóvenes no tienen valores o sólo se orientan por el dinero y otras cosas que no son valores. Me parece que sería más correcto preguntarnos por la escala de valores prevalente en tal o cual grupo, o de los jóvenes.

En el campo de la educación en valores también se dan imprecisiones que, a mi juicio llevan a planteamientos menos adecuados. Incluso entre educadores muy respetables se habla de que es responsabilidad de las instituciones educativas enseñar valores, como si se tratara de contenidos que pueden y deben ser conocidos o aprendidos, como la química o la historia. En el supuesto, al parecer que el problema de las decisiones -actuales o futuras- de los universitarios reside en que no conocen los valores o no los conocen adecuadamente. En consecuencia se establecen clases de valores, e incluso -sobre todo a niveles de educación elemental y media- se elaboran listas de valores y se proclaman como los que deben ser asumidos por los alumnos. Es decir, se percibe la necesidad de una formación en el campo de lo valoral, pero se generan respuestas como si los valores fueran algo en sí, externo al sujeto, asumible en función de contenidos predefinidos que deben ser conocidos, dejando de lado que los valores son aquello que define la relación estructurada de la persona con el mundo: un orden o escala de preferencias.


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Posted on

February 16, 2015