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Imprecisión educativa…
No es posible enseñar valores en la educación formal
Humberto Macías
La promesa está en vivir a fondo el enamoramiento personal e institucional por todo lo profundamente humano. El saber, la generosidad, la práctica constructiva y crítica, deben ser esencialmente (no discursivamente) a favor de la vida de todos y para todos. Pero es muy difícil construir una ecología personal así. No es cuestión de modas efímeras. No se construye ese ambiente propicio en un día.
Conclusión: ir despacio para avanzar tan rápido como sea posible, en la locura de la libertad humana.
Si la palabra vacía mata, la fe en el proceso humanizante seduce. El profesor feliz contagia su felicidad. Aunque pareciera severo por su formalidad académica, puede demostrarlo en su honestidad y equidad, en el deseo que sus alumnos no entiendan, sino comprehendan la realidad. Los profesores "barco" terminan hundiéndose y perdiendo el respeto de sus alumnos por intentar comprar su afecto.
La universidad inspirada por un genuino humanismo puede mostrar alternativas a la incongruencia social endémica. El humanismo se interesa por todos los campos del conocimiento (lucrativos o no) y por todas las realidades culturales (nuevas o viejas) que den significado a la vida de los seres humanos, aquí y ahora, con modelos teóricos y experiencias prácticas, con creatividad y sistematicidad, intelectual y afectivamente: es decir integralmente.
Por ello, la Universidad Iberoamericana, orientada por su inspiración fundamentalmente humanista, específicamente cristiana, intenta vivir un loco deseo de vida e invita a sus alumnos a una locura tremenda, pero seductora.
La locura de enseñar a leer, en el servicio social de sus alumnos, a niños que han fracasado en una escuela tras otra. La lunática necedad de orientar a sus investigadores para buscar las causas de la pobreza en un mundo globalizado y excluyente. La extravagancia en buscar el desarrollo de métodos didácticos humanistas en medio de la moda individualista, conservadora, hipertecnologizada y eficientista, en educación superior. La excéntrica invitación a la sociedad civil para suspender el deseo salvaje de lucro, invitándola, entre otras cosas, a patrocinar los estudios de jóvenes (mediante becas y donativos para instalaciones) que de otra manera no pueden costearse una formación académica universitaria .
Quizás esa locura no sea más que eso. Es una apuesta, una decisión moral. Es más cómodo implementar sólo programas discursivos en formación de valores. Pero muy posiblemente ese deseo de contagiar locamente valores humanistas, sea una forma más lenta, pero realista, para invitar a sus alumnos a incorporarse proactivamente a la sociedad, a contracorriente de la incongruencia social, que dice y no hace, que deslumbra y engaña fatalmente a los jóvenes (y viejos...).
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