Espacios urbanos y naturales.



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Espacios urbanos y naturales.


Mtra. Lina Ojeda Revah

"Dice Kublai Kan: todo es inútil si el último fondeadero no puede ser sino la ciudad infernal, y allí en el fondo es donde, en una espiral cada vez más estrecha, nos absorbe la corriente.
Responde Marco Polo: el infierno de los vivos no es algo que será: hay uno, es aquel que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es riesgosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar y darle espacio."
Italo Calvino. Las ciudades invisibles. Buenos Aires. Minotauro. 1974.

En este artículo se presenta un estudio sobre el estado que guarda la Cuenca del Río Tijuana, considerando las transformaciones que ha sufrido su ecosistema a partir del uso del suelo en diferentes épocas y en relación con los asentamientos urbanos en particular, así como el impacto de las medidas de protección ambiental que se han implementado tanto en California como en Baja California y sus distintos resultados. A partir de este análisis se presentan una serie de propuestas que contribuyan a lograr un desarrollo sustentable y una eficaz planeación de la ciudad de Tijuana.

Introducción


     Los asentamientos urbanos implican la ocupación de un territorio y la modificación del paisaje mediante la implantación de un sistema artificial, dinámico, que intercambia materia, energía e información con el exterior (Tudela, 1991), que además no es autorregulable, sino que siempre involucra una agencia humana. Asimismo, las zonas urbanas, como una forma del uso del suelo, ya no pueden ser transformadas y modifican los ciclos geoclimáticos, hidrológicos y ecológicos, afectando a los ecosistemas que les rodean. Estos ciclos no simplemente transportan y distribuyen materia y energía, sino que son mecanismos de autorregulación que estabilizan las condiciones del espacio para todas las formas de vida, incluyendo la del ser humano.
     Lo urbano es un sistema socio-espacial altamente dependiente de factores exógenos y por lo tanto altamente vulnerable. Espacialmente, depende del grado de adecuación que presente a las condiciones naturales sobre las que reposa y a la dinámica de los fenómenos naturales a los que está sujeto. Por lo tanto, el sistema es altamente dependiente y vulnerable de la estabilidad de los ciclos reproductivos de la naturaleza; y por lo tanto, debe supeditarse a la lógica reproductiva de los mismos (Puente, 1996).
     Comúnmente no se considera el intercambio de información y energía existente entre los sistemas naturales autorregulables y los controlados por el hombre. Con ello se produce una acelerada simplificación de la estructura y funcionamiento de los sistemas naturales y una degradación del paisaje en general. La clave del deterioro del medio natural estriba, por tanto, en la aceleración artificial de flujos y ciclos que, tanto el ambiente natural y en menor medida el rural, tienden a mantener lentos. La aceleración de los procesos de erosión y la pérdida de riqueza y diversidad biológica y de pautas del paisaje son algunos ejemplos (Díaz-Pineda y Valenzuela, 1989).
     Una aproximación que podría ayudar a mantener todos los aspectos antes mencionados en ambientes construidos, sería considerar a la planeación y manejo del desarrollo urbano como parte de un área espacial más grande.
     Bajo este enfoque se debe considerar que la teoría ecológica ha modificado su visión de equilibrio al reconocimiento de la existencia de procesos de disturbios ambientales, incertidumbre y riesgo que provocan que los ecosistemas cambien continuamente sobre ciertos rangos que varían con el tiempo y la escala.
     A diferencia del enfoque tradicional de la ecología, en el que se resalta la importancia de la dinámica natural de los ecosistemas con base en el desarrollo sucesional de comunidades en equilibrio, actualmente su estudio se ha orientado más hacia el entendimiento de los disturbios y su significado en la evolución. Se considera disturbio a las "fluctuaciones ambientales o eventos destructivos, sean o no percibidas como 'normales' en un sistema" (Pickett y White, 1985), esto es, al evento que altera significativamente el patrón de variación de la estructura y función de un sistema (Wolch, 1996).
     Los disturbios producen parches con características diferentes a su entorno, en cuanto a su disponibilidad de recursos y estructura, desviando a las comunidades de su camino sucesional original y produciendo heterogeneidad. Las fluctuaciones de estos eventos en el tiempo contribuyen asimismo a aumentar la heterogeneidad.
     Los regímenes de incendios naturales, las fluctuaciones en los niveles del agua en una cuenca, los huracanes, las sequías, la depredación, las enfermedades, plagas y la intervención humana, son algunos ejemplos que pueden ser considerados como disturbios. Su periodicidad, magnitud y distribución espacial varían en el tiempo.
     Bajo estas perspectivas, el presente artículo propone estudiar las zonas urbanas dentro de un contexto espacial más grande y considerar los disturbios naturales a los que están expuestas, inevitablemente, con el fin de mantener los ciclos y flujos naturales en beneficio de la naturaleza y de la sociedad.
     Se sabe que la mayor parte de los cambios ecológicos se dan durante la primera mitad de la transformación del uso del suelo. El punto crítico para la planeación y conservación parece ser cuando el paisaje aún presenta entre 60 y 90 por ciento de su área con vegetación natural. En esta situación se encuentra nuestra zona de estudio, la Cuenca del Río Tijuana en Baja California, ya que aún conserva cerca de 80 por ciento (74 por ciento exactamente) de sus ecosistemas naturales.


Cuenca del Río Tijuana

     La cuenca hidrográfica, que es el área cuya topografía hace que el agua drene hacia un punto en común, puede ser una unidad de estudio conveniente ya que es funcional, integral, tiene límites definidos, salidas puntuales y está estructurada jerárquicamente.
     A grandes rasgos, la ciudad de Tijuana se asienta en un valle ubicado dentro de la región biogeográfica californiana. Presenta una topografía accidentada, un clima tipo Mediterráneo, seco (con lluvias invernales de 270mm anuales en promedio) y cálido extremoso (García y Mosiño, 1968) y una gran variedad de suelos, en su mayoría arenosos (SPP, 1984), en los que habitan principalmente matorral costero, chaparral, pastizal y vegetación riparia. Comprende una región de 4,465 km2 que abarca una parte de las ciudades de Tecate y Tijuana, en Baja California, y termina en Estero del Río Tijuana al sur de la ciudad de San Diego, en California.
     Si se reconoce que gran parte de la problemática ambiental tiene sus raíces en las relaciones establecidas entre el hombre y la naturaleza a través del tiempo, resulta indispensable tener una perspectiva histórica. De forma esquemática se puede decir que los cambios ocasionados por el hombre dentro de la Cuenca del Río Tijuana se iniciaron con una población relativamente pequeña, seminómada, que modificó poco el paisaje, a pesar de que usaban métodos de manejo de recursos. Durante la Colonia, bajo un sistema de Misiones, con el uso de ganadería extensiva y poca agricultura, se mantuvo una población todavía muy pequeña. En esta época, la introducción de especies exóticas, especialmente pastos para el ganado, provocaron cambios substanciales en el paisaje. En la actualidad existe una gran población sustentada en una economía terciaria y con una ocupación del suelo fundamentalmente urbana.
     El medio físico de la Cuenca del Río Tijuana presenta ciertas características que hacen muy compleja su problemática ambiental. Es una zona vulnerable a inundaciones en la que, por su formación geomorfológica, existen derrumbes potenciales, los cuales aumentan debido a que también es una zona sensible desde el punto de vista sísmico. La vegetación que habita en ella, además de ser única en el país y con la presencia de un alto número de endemismos, ha evolucionado adaptándose a incendios naturales frecuentes por lo que requiere de ellos para su permanencia.


Disturbios

     Tanto las inundaciones como los incendios naturales constituyen perturbaciones que destacan por sus implicaciones en el aumento de los riesgos a los que está expuesta la población. A la fecha estas perturbaciones naturales han sido consideradas como accidentes azarosos y no como los eventos recurrentes que son. Las perturbaciones naturales deberían ser incluidas dentro de los planes de desarrollo urbano diseñando mecanismos que mitiguen su impacto.


Inundaciones

     Las inundaciones pueden ser consideradas perturbaciones naturales. Dentro de nuestra área de estudio la parte baja de la cuenca es muy vulnerable a inundaciones, ya que presenta una topografía muy accidentada y precipitaciones intensas de poca duración que se traducen en escurrimientos rápidos
     Los problemas que provocan las inundaciones se agravan debido a que existen áreas con formaciones geológicas de sedimentos marinos que presentan derrumbes potenciales y suelos arcillosos grises que se expanden cuando son humedecidos por las lluvias. Otras áreas susceptibles a derrumbes tienen suelos arcillosos, topografía levemente ondulada y vegetación herbácea (Oberbauer, 1986). La mayoría de estos deslizamientos y derrumbes comúnmente son disparados o reactivados durante la temporada de lluvias. Debe considerarse además que en algunas áreas existe micro-sismicidad asociada a fallas geológicas que provoca deslizamientos y movimientos del terreno en varios sectores de la ciudad (Aragón-Arreola, 1994).
     Según un estudio realizado por Bocco, et. al. (1993) aunque en Tijuana el período de retorno de grandes inundaciones es bajo (75 años), éste puede repetirse, en promedio, cada tres años, con 0.7 de probabilidad.

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February 16, 2015