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EDUCACIÓN EN BAJA CALIFORNIA
Enrique Núñez H.
UIA Tijuana
Resumen
Este artículo habla sobre la persona y el futuro de la educación en Baja California, México y sostiene que el diseño y estructura curricular en la educación debe contemplarse primero en función del desarrollo humano y no en función de las exigencias del aparato productivo. Postula también, que es necesario desarrollar y promover una educación que genere y asegure un futuro mejor, no que se adapte a un futuro previsto.
Hablar de la educación es hablar de la persona y del futuro. Es obvio que no es ésta una afirmación de carácter ontológico: por analogía se puede hablar de la educación de los perros, y también se puede hacerlo sobre la historia de la educación o llevar a cabo un análisis estadístico al respecto, pero estaríamos hablando de estadística o de historia o usando el concepto en sentido análogo. En sentido directo, educación ve al futuro, y en primer lugar al futuro de las personas. Y aunque creo que la mayor parte de nosotros, si no es que todos, aceptaría este principio, no todos lo interpretamos de la misma manera.
Es muy común en consideraciones sobre la educación, proyectar al futuro de una sociedad y de allí deducir las exigencias y modalidades que debe tener la educación en esa sociedad. Por eso, tal vez algunos de quienes hayan comenzado a leer estas líneas lo hayan hecho con la expectativa de encontrarse de inicio con cifras y datos acerca del desarrollo de la estructura productiva de Baja California, con proyecciones del mercado laboral cuidadosamente separadas por niveles, sector, zonas y localidades, etc., para de allí especular sobre qué clase de educación debemos generar para nuestra región. Obviamente no voy a optar por este curso; y no porque considere irrelevante el que una o muchas personas dediquen años de duros esfuerzos a su educación, para después sufrir la frustración constante de sentir que la sociedad les niega la posibilidad de generar el sustento necesario para sí y su familia e impide su realización como seres humanos al no darles oportunidad de colaborar significativamente en la transformación del mundo.
Que esto suceda es una tragedia, y la educación debe concebirse y estructurarse de tal manera que lo evite. Pero no lo evitará si sólo o principalmente trata de ser una respuesta a las exigencias del aparato productivo. La UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) afirmaba recientemente que es "necesario definir la educación no ya simplemente en términos de sus repercusiones en el crecimiento económico, sino en función de un marco más amplio: el del desarrollo humano." (1)
Podemos afirmar, en primer lugar, que concebir y diseñar un sistema educativo en función de las exigencias del aparato productivo es -ahora más que nunca-contradictorio. Algo, es verdad, se puede vislumbrar del futuro; pero sí, como se ha dicho hasta la sociedad, la única constante en la sociedad actual es el cambio, parecería presuntuoso, si no es que francamente tonto, pretender diseñar una educación para y en función de algo que no podemos conocer. Por otra parte, un enfoque así lleva implícito un reduccionismo de la educación al menos humano de sus elementos, el de la simple capacitación.
Desgraciadamente, el riesgo de caer en este reduccionismo se ha visto incrementado por el uso indiscriminado y poco serio de un concepto de moda: el de capital humano. Y si bien los estudiosos serios dan a este concepto un contenido y un manejo que podríamos llamar adecuado (2), no siempre sucede así; más aún, con frecuencia el uso simplista (y a veces oportunista) del concepto lleva a confundir a la persona con uno más de los factores de la producción, y consecuentemente, a concebir la educación como la forma de presentar ese factor para que funcione adecuadamente en el aparato productivo. Por eso la UNESCO insiste en que "la educación no sirve únicamente para proveer al mundo de personas calificadas; no se dirige al ser humano como agente económico, sino como finalidad del desarrollo".(3)
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