Pluralidad Étnica y Discriminación Social



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Pluralidad Étnica y Discriminación Social

Por: Dra. Laura Velasco Ortiz.

Hacia una definición de la identidad étnica.

     No existe una teoría unificada sobre etnicidad, las distintas definiciones parten de posturas teóricas y disciplinarias distintas, así que como en otras áreas del conocimiento, se necesita elegir una estrategia conceptual para distinguirla de otros conceptos como identidad social y cultura. En la literatura antropológica, sociológica y psicológica existe un acuerdo en inscribir conceptualmente a la identidad étnica o etnicidad como un proceso social y cultural fuente de apego personal y colectivo. Pero a la vez se reconoce dicha etnicidad como una construcción social e histórica asociada a la construcción de los estados nacionales. Estas posturas constituyen dos grandes vías de análisis presentes en la literatura actual.

     En la primera vía de análisis, la identidad étnica es un proceso a través del que se define al ser social. En esta perspectiva, entonces, la identidad étnica no sería un atributo, no es una cualidad, no es una acción, es un proceso y como tal se define entonces de manera histórica. Si bien en este proceso hay algo que permanece constantemente, también hay una serie de elementos que están modificándose. Lo que ahora observamos como identidades étnicas de algunos grupos indígenas o grupos mestizos de cierta región del país, no siempre ha tenido tal configuración, ni las relaciones entre ellos han sido como ahora la podemos observar. En cada periodo de la historia de México se podrían encontrar configuraciones específicas de relaciones interétnicas.

     Esta identidad, así como es histórica, también obedece a la naturaleza de los espacios de integración de la sociedad, es decir, a la escuela, la familia, el trabajo, los medios de comunicación y los espacios de gobierno, etc., por mencionar algunos. Esta propuesta de diferenciar los espacios de integración social, coloca el análisis de las relaciones étnicas en un marco de relaciones de poder estructural. En esa dinámica la etnicidad, como categoría de estructuración de las relaciones sociales, se cruza con otras como la clase social, el género, la generación o la preferencia sexual. Hasta aquí, se cuentan con algunos elementos para definir la identidad étnica como un proceso histórico, sensible a la situación socioespacial, y cruzada por relaciones de poder que articulan diferentes adscripciones de los colectivos sociales.

     En las aproximaciones antropológicas de los años sesenta dominó una visión sustancialista de la etnicidad. Esta visión postulaba una serie de atributos culturales como señas de los grupos étnicos. Tal vez la reacción más elocuente a esa visión la constituya el trabajo de Frederik Barth (1969). Bajo la mirada de este autor, la etnicidad no se define por sus contenidos culturales, sino por la forma como se organizan socialmente las diferencias culturales y el significado que esas diferencias cobran en la construcción de las fronteras entre nosotros y ellos. El giro analítico de Barth (1969) definió a la etnicidad como una forma de organización de las diferencias culturales. Ello supone que tales diferencias se construyen de acuerdo con su significado y de acuerdo con la situación en la cual se construyen. Esta definición hizo que tal aproximación fuera bautizada como "situacionalista", en la medida que ató la etnicidad a esta condición, haciéndola aparecer como fluida y maleable de acuerdo con la situación en la que se construyen tales fronteras culturales.

     No obstante este aporte, para autores como Roosens (1994) la definición de etnicidad de Barth (1969) no permite diferenciarla de otras identidades sociales. Según este autor, todas las identidades sociales pueden ser definidas como un proceso a través del cual las diferencias culturales se hacen significativas. Así, para Roosens (1994:83) lo característico de un grupo étnico es su dimensión genealógica, la cual inevitablemente se refiere al origen y siempre implica alguna forma de parentesco o de alusión metafórica a la familia. Roseens (ibid: 84), en la misma línea que Devos (1972:6), asegura que entre las características que pueden definir a un grupo étnico están el sentido de pertenencia y el sentido de continuidad histórica con los ancestros, un lugar de origen y tradiciones culturales comunes. La referencia al origen es la fuente primaria de etnicidad con la cual una frontera socio-cultural se convierte en una frontera étnica (Roosens, 1994:83). Este aparente giro primordialista en este autor, tiene su paralelo con la polémica en el seno de la psicología social en torno a la prioridad del patrimonio o la paternidad para definir la pertenencia étnica. Califico de aparente tal primordialismo, porque para Roosens tanto los mitos de origen como la metáfora familiar, son construcciones que no sólo tienen como fuente los intereses del propio grupos, sino también son producto de la construcción externa (como heteroadscripción) de las identidades étnicas. En esta vía, se inscribe la segunda perspectiva analítica que ha sido llamada la "cuestión étnica". Es decir la construcción de las etnicidades en el marco de la relación con el estado nacional.

     Esta perspectiva analítica aporta el vínculo entre la construcción de la identidad desde los propios grupos étnicos con la dinámica de relaciones étnicas en un contexto histórico-social específico. Así la etnicidad aparece como una "construcción" históricamente subordinada a las contradicciones de clase y a las relaciones económicas entre los centros y las periferias coloniales (Devalle, 1989:13). En el caso de México, como en otros países de Latinoamérica, la diferenciación étnica se eclipsó con la construcción de un modelo de Estado uninacional desde el siglo pasado. Dicho modelo elaboró una compleja ideología nacionalista, donde el ciudadano ideal sería el mestizo. Alrededor del ser mestizo se definió la supuesta identidad nacional donde lo indígena sólo quedaba en el origen de la nación y como tal en el pasado. La visión del indio latente en las políticas indigenistas hasta fines de la década de los setenta fue la de problema a resolver vía la integración nacional. En ella, la educación cumpliría la tarea de convertir al "indio" en ciudadano mestizo hablante del español.

     Esta ideología nacionalista es el marco bajo el cual los pueblos indígenas construyeron su propia identidad étnica deteriorada y estigmatizada y ante la cual desarrollaron los procesos de resistencia y enfrentamiento a lo largo del país. Interesa mucho dejar claro que esa "ideología" no se plantea como "falsa conciencia de la realidad" en los términos marxistas, sino como una construcción o visión del mundo construida por un grupo dominante, sobre ciertas condiciones materiales específicas. Es decir, esta "exclusión" del indio del proyecto nacionalista no sólo era un discurso, sino una realidad de exclusión económica, política y social.

     En la actualidad, ese modelo parece haber entrado en una severa crisis de legimitimidad. Según Castellanos (1994:112), durante la década de los ochenta se observa claramente a un sujeto étnico con capacidad de redefinir su identidad y organizarse para defender sus intereses y expresar su voluntad, luchar por la tierra y por reivindicaciones étnicas en el marco de una amplia gama de organizaciones indígenas y campesinas en los niveles local, regional y nacional. En opinión de Iturralde (1991:29) existe un conjunto de dinámicas que caracterizan la emergencia de los pueblos indios como nuevos sujetos sociales y políticos en la actualidad: a) la territorialización de su presencia; b) el desarrollo de estructuras cada vez más complejas de organización; c) la dimensión política y nacional de sus demandas; d) las nuevas formas de inserción en la economía; y, e) el curso que están tomando sus relaciones con el Estado.


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February 16, 2015