"Una visión espiritual de la frontera de Estados Unidos y México"*



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"Una visión espiritual de la frontera de Estados Unidos y México"*


Daniel G. Groody



Cuando Roberto cruzó el desierto hace ya algunos años él conoció a una pareja que llevaban caminando tres días. A ellos se les había acabado el agua y sus labios eran café y morados. Ellos caminaban como en la bruma, como zombies, mostraban ya señales de hipotermia y deshidratación. Migrantes como Roberto, que son los más cercanos al sufrimiento, son los más abiertos a los necesitados. Roberto le ofreció a la pareja la poquita agua que tenía y les salvó la vida. Cuando le pregunté a Roberto sobre este incidente el dijo, " No fue un acto heroico. Era un acto del corazón; era lo correcto."

Mientras reflejamos en las acciones de Roberto es interesante notar que en Mateo 25 los maldecidos ni los salvados reconocieron la presencia de Cristo en el pobre. Comúnmente podemos pensar que sólo los llenos de virtud como la Madre Teresa o Dorothy Day tienen un sentido vivo de la presencia de Cristo entre nosotros con aquellos a los que sirven. Pero en Mateo 25 ellos también dijeron, "Señor, cuando fue que te vimos con hambre y te dimos de comer o sediento y te dimos de beber?" (Mateo 25:37) Paradójicamente, los dichosos no tienen idea de cómo sus virtudes son sacramentales. La historia de Roberto revela la espiritualidad renacida en respuesta a aquellos que sufren sin el pensamiento del beneficio personal, sin pensar en la nacionalidad de la persona, sin pensar siquiera en ellos mismos o en su futuro.

"Fui un extraño y me recibiste"

Extraídos de sus hogares, los migrantes a los Estados Unidos seguido sienten un profunde sentimiento de estar desconectados de todo lo querido. Muchos han dejado atrás a sus esposas, hijos y familias para lograr el éxito en los Estados Unidos, que les parece la tierra prometida. Cuando ellos llegan pronto se desilusionan. Aun cuando logran conseguir trabajo seguido se preguntan si sus patrones simplemente los ven como cuerpos sin corazón ni sentimientos, sin mente o alma, valuados solamente por sus contribuciones económicas más no por su potencial humano o espiritual. Ellos experimentan el abandono en cuanto a su cultura, familia, sociedad, su propia persona y hasta la iglesia. Debido a las injusticias que muchos migrantes experimentan ellos sienten que sus vidas son peores que las de los perros. En la parábola de Lázaro y el hombre rico, Lucas dice que hasta los perros lamían las heridas de Lázaro (Lucas 16:21). Es común ver que los migrantes empiezan a sentir más en común con los perros que con otros seres humanos del otro lado de la frontera. Como dijo Miguel, un migrante: Una de las peores cosas de ser un migrante es sentir la discriminación, que te manden y pateen como un esclavo y humillado por ser de fuera. Algunas veces yo siento que hasta los perros viven mejor que yo, que soy lo más bajo en el mundo. No hay peor sentimiento que sentir que no vales nada como ser humano."
El hambre más grande de un indocumentado es simplemente ser recibido por otros en una sociedad que constantemente está reforzando su inferioridad.

"Estaba desnudo y me cobijaste"

Uno de los hombres que casi se sofoca en el camión en Victoria, Texas fue un hombre llamado Ángel. Después de dejar Guatemala y moverse hacia el norte con su hermano y hermana, siete mañosos (banditos que gozan aprovecharse de la vulnerabilidad de los migrantes) los atacaron, amagaron y violaron a su hermana ante sus propios ojos. Durante sus viajes, tres veces más estos mañosos robaron y hasta dispararon hacia ellos. En una ocasión los mañosos tomaron toda su ropa y los dejaron desnudos a excepción de su ropa interior. A Ángel lo golpearon tanto que no pudo caminar por días. Algunos migrantes como Ángel no sólo pierden sus pertenencias pero su libertad. Para poder cruzar la frontera ellos contratan a un "coyote", traficantes de personas que cobran $2,000 dólares o más. Sin la posibilidad de pagar y también vulnerables en otros sentidos, caen presos de la industria de traficantes de trabajo y explotación laboral. Cuando llegan a los Estados Unidos son vendidos a campamentos agrícolas o hasta círculos de prostitución para poder pagar la deuda. Esto no sólo los deja en total abandono y desesperación pero los deja esclavizados. Después de que les quitan todo, muchos migrantes dicen que lo único que les queda es la fe y esperanza en Dios.

Cuando conocí a Manuel el estaba parado en la orilla del camino haciendo señas con unos botes de agua en las manos. Acababa de caminar sesenta millas en el desierto pero no pudo alcanzar a sus amigos que lo abandonaron. "Fue horrible," dijo el, "primero, me quedé sin comida. Después de pronto me di cuenta que el único amigo que tenía era Dios. Todos mis otros amigos me habían abandonado, pero me di cuenta que Dios era el único amigo que nunca me abandonaría." Mientras hablaba más sobre su propia vida espiritual él comparaba su vida con la de Job, que como él había perdido todo, su casa, su familia, sus cosas materiales, su salud y hasta sus amigos. "La historia de Job es mi historia" él decía, "Job es una inspiración para mí. Después de todo lo que experimento Job, él nunca maldijo a Dios. De alguna manera todo lo que he aprendido en la vida es cómo sufrir, pero Job me reta a ser fiel también." Como Job, migrantes como Manuel pueden darse cuenta de que ellos llegaron al mundo desnudos, y dejarán el mundo desnudos también. Lo que pasa mientras es lo más difícil, cuando aun la búsqueda del pan de cada día es una lucha continua

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February 16, 2015