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La pobreza desde la perspectiva de los estudios de migración
Benedicto Ruiz Vargas Investigador UIA-Noroeste
Los estudios sobre la migración en México y, seguramente en toda América Latina, no tuvieron ni han tenido, necesariamente, como fin último la investigación e interpretación del fenómeno de la pobreza, aunque en buena medida muchos de estos trabajos han sido alentados por esta preocupación desde diferentes vertientes.
Durante los decenios de los cincuenta y sesenta surgió una gran preocupación en los estudios sociales sobre el impacto de las corrientes migratorias, provenientes del campo, en las grandes urbes latinoamericanas. Para entonces, como es sabido, en éstas se albergaban amplios contingentes de población que se localizaban en las periferias de las grandes ciudades. Para un enfoque, eran el resultado de la migración rural-urbana que no alcanza a integrarse plenamente a la estructura de la ciudad, viviendo en condiciones precarias y sin los servicios más elementales. Eran los «marginales» o los «pobres de la ciudad», los desarraigados para otros autores, que no lograban «ajustarse» al vertiginoso y cambiante ritmo de la vida urbana.
Todavía en un nivel primario del análisis, estas franjas de población fueron identificadas por los estudios de ecología urbana como «marginales», enfatizando en su conceptualización no sólo sus condiciones de vida sino, al mismo tiempo, un conjunto de atributos individuales que permitía definirlas como tales. Para explicar su situación se recurrió a términos como integración, socialización política y nuevas normas de conducta.
Philip Hauser, por ejemplo, lo explicaba de la siguiente manera: «En la ciudad se enfrentan [los migrantes] a una confusión, así como a la vastedad y heterogeneidad del ritmo metropolitano. Normalmente viven durante algún tiempo con sus amigos originarios del mismo pueblo, o bien con familiares y solamente de manera gradual se van acomodando al nuevo ambiente. Se ven obligados a adaptarse a nuevos modos de hacer su vida, una economía de dinero, horas fijas de trabajo, ausencia de vida familiar acogedora...nuevas formas de distracción y un barrio físicamente distinto a lo conocido... En estas condiciones, el migrante tiende a la desorganización personal, elemento fundamental de la desorganización social»2.
En el fondo de algunas de estas preocupaciones había un cierto temor al papel que podrían desarrollar los migrantes pobres en las grandes ciudades latinoamericanas, debido a sus dificultades y condiciones sociales. «Se consideraba a los inmigrantes como las «masas disponibles entre las cuales los partidos políticos de oposición y los movimientos contra el sistema podrían reclutar un gran número de seguidores»2.
El término de marginalidad fue evolucionando hasta adquirir una connotación de carácter socioeconómico, pero que seguía aludiendo a las carencias, falta de participación e integración al mercado y a una ciudadanía plena de parte de algunos individuos. Es decir, una situación social explicada fundamentalmente a partir de atributos individuales. Con el paso del tiempo no dejó de adjudicarse a los flujos migratorios o a los desplazamiento de población, gran parte de responsabilidad en -por ejemplo- el crecimiento del sector terciario de la economía o la «marginalización» de grandes sectores de la fuerza de trabajo.
Durante los años sesentas y setentas va a surgir, así, un intenso y sinuoso debate en torno al impacto de las corrientes migratorias en las economías urbanas, los efectos de la industrialización, el crecimiento de la población, los cambios tecnológicos y la inserción de la mano de obra en la estructura productiva. De manera simplificada, se consideraba a los desplazamientos de población rural como un mecanismo que incrementaba la oferta de trabajo, que luego el sector industrial no podía absorber, creando desequilibrios entre oferta y demanda laboral, estimulando a su vez la aparición de actividades de «autoempleo» en el sector terciario y el incremento de la marginalidad en las grandes ciudades de América Latina.
Es a partir de este núcleo problemático en que los estudios sobre migraciones internas van a abordar los temas relacionados con la pobreza, iniciándose un largo debate y enfoques alternativos para estudiar las causas de la migración y sus efectos en la vida social y productiva de los países latinoamericanos; en la nueva perspectiva teórica cobrará gran relevancia el estudio de las condiciones históricas particulares en que se han desarrollado los países de la región, el tipo de industrialización asumida, la vinculación intersectorial, los cambios demográficos y, por tanto, la composición de la fuerza de trabajo y los mercados laborales. La pobreza y las propias migraciones internas serán vistas más como resultado que como causa de un estilo particular de crecimiento e industrialización de las economías latinoamericanas.
En este trabajo nos concentramos en la argumentación teórica de estos distintos enfoques por ser la parte que más corresponde a la problemática de la pobreza, revisando las contrargumentaciones y las alternativas conceptuales que fueron surgiendo a lo largo de las dos o tres últimas décadas, respaldadas en investigaciones de carácter empírico y que, por lo demás, han sido los enfoques más dominantes en los estudios de migración y sus impactos.
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