La pobreza desde la perspectiva de los estudios de migración



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La pobreza desde la perspectiva de los estudios de migración

Benedicto Ruiz Vargas
Investigador UIA-Noroeste

LOS ESTUDIOS EN MÉXICO

     En México, los estudios más importantes sobre migraciones internas también, como es obvio, se vieron influenciados por algunos de estos soportes teóricos, en especial durante la década de los sesenta y setenta. Con sus variantes y niveles de intensidad, el enfoque histórico-estructural se hizo predominante en los trabajos sobre migración, mercados laborales y procesos de industrialización. Con el transcurso del tiempo, el debate mismo se ha enriquecido, apareciendo nuevas propuestas y visiones alternativas en el abordaje tanto del fenómeno migratorio como de la problemática de la pobreza.


Los determinantes de la migración

     En cuanto a los determinantes de la migración hacia las principales urbes mexicanas, los trabajos más relevantes destacan una combinación de factores, cuya matriz -en esencia- remite a las características propias del proceso de industrialización y crecimiento de la economía mexicana. Así, por ejemplo, se mencionan entre estos: la concentración de las actividades económicas, educativas, administrativas y políticas (en el Distrito Federal), junto con el estancamiento de las áreas de agricultura de subsistencia y la presión demográfica sobre la tierra en la región central del país26. Esta expansión económica que se registra durante los años cuarenta, destacando la generación de empleos en la industria y los servicios, se va a constituir en el principal estímulo a las migraciones internas.

Sin embargo, para los años cincuenta, cuando se aprecia un descenso en la generación de empleos en casi todas las actividades económicas, la migración continuó su ritmo de crecimiento. Ello sugiere -de acuerdo con la autora citada- que, independientemente del tamaño relativo de la demanda de mano de obra de capital, las migraciones internas han continuado, principalmente como resultado del desempleo y el subempleo en la agricultura27.

Aunque visto en la perspectiva de esta interrelación dinámica y dentro de los patrones de crecimiento de la economía mexicana, no deja de insistirse que, entre los factores que más inciden para impulsar la migración desde la agricultura, se encuentran el elevado crecimiento natural de la población -producto de la disminución de la mortalidad y la presión demográfica sobre los recursos agropecuarios-, la polarización neolatifundio-minifundio, la distribución regresiva del ingreso agrícola, el agotamiento de las tierras susceptibles de repartirse, etcétera, realimentando el proceso migratorio rural-urbano28.

No obstante, para autoras como Lourdes Arizpe «el crecimiento de la población por sí mismo no explica ni la crisis de la agricultura, ni la elevada tasa de emigración». No es la formación de una superpoblación relativa el mecanismo que por sí mismo pudiera explicar el éxodo rural. Desde su punto de vista, «las formas históricas particulares de la migración se ven condicionadas por tres procesos fundamentales: primero, la manera en que ocurre la descomposición-recomposición de la economía campesina tradicional; segundo, el ritmo de crecimiento de la industria urbana, y, tercero, la forma en que interviene el Estado en el desarrollo económico. La migración rural-urbana a nivel macrosociológico debe examinarse atendiendo a la dinámica de la interacción entre los tres procesos anteriores»29.

En un sentido más amplio, la autora visualiza el fenómeno migratorio como una expresión geográfica de los procesos económicos y vinculados estrechamente al crecimiento industrial capitalista, «especialmente en países con un patrón de industrialización altamente centralizado». Por lo tanto, para Arizpe, en la explicación deben concurrir dos niveles de análisis: en un nivel general, debe entenderse dentro del contexto de la industrialización, los patrones de urbanización, la transformación de la economía campesina en una economía de mercado y las políticas estatales que afectan al cambio social y económico. Estas fuerzas macroeconómicas estructuran el proceso de migración, pero este nivel de análisis sólo puede proporcionar explicaciones generales.

Todavía es necesario -nos dice la autora- explicar por qué algunos núcleos campesinos permanecen en el campo, en tanto que otros migran, cuando ocurre que ambos enfrentan presiones similares para partir30.

Antes de pasar a este último punto, veamos -apoyados en las investigaciones de la autora- cómo se han dado este tipo de procesos en México, cuyos antecedentes se ubican desde la reforma agraria promulgada por los gobiernos posrevolucionarios e intensificada por el régimen cardenista. Los efectos, desde el punto de vista de la migración, fueron generar una redistribución de la población campesina de acuerdo a sus lugares de origen o lugares de dotación de tierras. Esto, como se sabe, constituyó la base de una sólida y extensa economía campesina o de una agricultura de pequeña producción familiar, lo que para varios autores prácticamente se convirtió en el pivote del sorprendente desarrollo de la agricultura mexicana de 1940 a 1965.

Esta situación tenderá a modificarse a partir de 1948, en plena euforia de las teorías desarrollistas a nivel internacional, cambiando las políticas y estrategias del Estado seguidas hasta entonces. A principios de los cincuenta -señala nuestra autora-, el «desarrollo» se convierte en sinónimo de «industrialización» y se populariza el desprecio por las sociedades agrarias tradicionales31. Bajo el régimen de Miguel Alemán, en franco viraje, se da impulso a la industrialización mediante la sustitución de importaciones y el desarrollo de alta tecnología32.

Mediante el impulso y el apoyo del Estado a la agricultura capitalista -soportada en una alta concentración de la tierra- fue generándose un lento pero gradual desplazamiento de los pequeños productores, para terminar convertidos en peones o emigrantes, aunque todavía sin los rasgos masivos que se conocerán posteriormente.

Durante los cincuenta, dice Arizpe, la emigración del sector rural en México se puede caracterizar como sigue: hubo un éxodo relativamente poco intenso de las regiones de agricultura capitalista ya que una mayoría de los campesinos desplazados se integraron como jornaleros en su propia región, o en un circuito agrícola estacional(...) En las zonas de agricultura campesina creció el volumen de migración estacional y temporal hacia las ciudades, puesto que resultaba necesario un ingreso para pagar los costos del fertilizante, el de alquiler de la yunta o el tractor y los peones para la cosecha. Este tipo de migración casi siempre consistía en el trabajo del padre y de los hijos varones en la construcción o en mercados y transportes, y de las hijas en el servicio doméstico33.

Para los sesenta, la creciente polarización en el campo como resultado de la política estatal, se expresaba, por ejemplo, en que la inversión pública en la agricultura de irrigación doblaba la inversión correspondiente a la de temporal. Y en 1966 la primera correspondió a siete veces lo que se invirtió en la segunda, trayendo como resultado la ruptura del equilibrio entre costos de producción, precios y salarios medios en áreas rurales.» Para los campesinos significó que no podían ya subsistir con base en la producción de su parcela. Un estudio de comunidad mostró que una mayoría de familias apenas podían producir suficiente maíz para alimentarse de 6 a 8 meses al año. Casi la mitad de los hogares dependían en mayor grado del ingreso migratorio que de la producción agrícola»34.

Dicho en otra forma, la emigración rural de los cuarenta y cincuenta en México se ajustó prácticamente a este proceso de ruptura de la economía campesina y, por otro lado, a la creciente expansión de las actividades industriales. Era, desde éste ángulo -como dice Arizpe- «un proceso normal dentro de una economía capitalista», que luego va a asumir otras características en los años siguientes. «En un principio, la mayoría de los emigrantes provenían de las ciudades de provincia y de los niveles medios de zonas rurales, atraídos por la movilidad económica y social y por el bullicio de la ciudad. Pero estos factores de atracción fueron pasando a un segundo plano hacia la década de los sesentas, a medida que la integración al mercado nacional de las comunidades de pequeños productores de agricultura de temporal fue destruyendo las bases económicas de su producción y de su organización social»35.

Este proceso que afectó fundamentalmente a las comunidades indígenas y a las comunidades campesinas, llevó a que los hogares de la agricultura mexicana dependieran cada vez más del ingreso asalariado. «La migración temporal y estacional se convirtió en el pilar de la economía familiar en las regiones agrícolas de temporal. Cuando por condiciones particulares de una comunidad o una región esta migración «golondrina» no lograba compensar el déficit del presupuesto familiar, la migración se volvió permanente»36.

Así, de acuerdo con nuestra fuente, «en un primer periodo el éxodo rural fue, en efecto, el precio del desarrollo, una etapa transitoria en que los campesinos pasaron tarde o temprano a niveles de empleo y bienestar mejores. Sin embargo, a partir de los últimos quince años el éxodo se ha convertido en huida de las condiciones precarias del campo y sus contingentes encuentran cada vez menores oportunidades en las ciudades»37.

Varios de los autores mexicanos que han trabajado el fenómeno de la migración, sobre todo durante los años sesenta y setenta38 (incluso durante las décadas más recientes), comparten en gran medida las «causas estructurales» que han originado los flujos migratorios rural-urbanos en nuestro país. Dentro de la perspectiva histórico-estructural, ha existido un esfuerzo por diferenciar analíticamente entre los determinantes causales de los flujos migratorios y lo que se ha denominado las motivaciones que impulsan a un determinado individuo a migrar (la subjetividad del migrante). Sin embargo, quizá como resultado de lo mismo, también se ha dado una posición irreductible entre estas dos esferas, provocando ciertos mecanicismos en la interpretación del fenómeno, lo que no necesariamente le resta fuerza a este conjunto de planteamientos.

En especial, al vínculo directo que se ha establecido como una causa determinante en los procesos migratorios entre las modalidades y ritmo del crecimiento industrial -lo que a su vez ha incentivado los procesos de urbanización-, las formas y peculiaridades que ha tenido la inserción de las economías campesinas en el mercado nacional e internacional y, por último, el tipo de políticas y estrategias que ha seguido el Estado mexicano hacia la agricultura, todo lo cual puede resumirse en los rasgos históricos particulares de desarrollo que ha seguido el país.

A finales de los setenta Arizpe hacía una propuesta que tenía el siguiente sentido: «Las condiciones que afectan a los distintos grupos sociales en una comunidad rural están determinadas directamente por la estructura política y económica de la región circundante. Por ello sugiero que se analice este nivel regional como parámetro de causas mediatas de la migración. A un nivel de mayor magnitud, propongo otro parámetro, de las condiciones generales emanadas de los procesos políticos y económicos nacionales que afectan a la región que se estudia. Así tendremos un esquema con tres niveles paramétricos: causas precipitantes, mediatas y generales de la migración»39.


¿Quiénes emigran?

     Aunque parezca evidente -dado el marco anterior- que de acuerdo con estas condiciones serían los campesinos expulsados de sus formas de subsistencia los sujetos centrales del proceso migratorio, no es necesariamente de esta manera como se presenta el fenómeno, lo que nos habla de la verdadera complejidad de la migración.
Durante mucho tiempo, algunos analistas identificaron el éxodo rural-urbano como un flujo homogéneo, compuesto en esencia -y como un todo- de campesinos que huían de sus condiciones de vida en la agricultura. Larissa A. de Lomnitz, por ejemplo, señala en un sobresaliente trabajo lo siguiente: «Los migrantes se reclutan en gran parte entre el sector más pobre del campesinado, que es el que más carece de la preparación necesaria para ingresar al sector urbano moderno de la economía. Al llegar a la ciudad no encuentran cabida en el mercado industrial de trabajo y gravitan hacia el estrato ocupacional marginado»40.

No obstante esta afirmación, la misma autora cita a Butterworth quien sostiene que «aun cuando la pobreza rural sea el factor de empuje (push) que aleja al migrante de su tierra, el éxodo es selectivo y la pobreza en sí no es causa suficiente». El autor se ampara en un informe de las Naciones Unidas en donde se destaca que los migrantes no son necesariamente ni los más pobres ni los más desadaptados entre la población rural. Incluyen a representantes de diversos estratos sociales: peones, trabajadores rurales en faenas no agrícolas y artesanos:«es más apto para migrar el semiletrado que el analfabeto, y el que posee parientes en la ciudad que el carece de ellos»41.

De acuerdo con la misma autora, Butterworth encuentra que el único factor selectivo de validez universal para el fenómeno de la migración rural-urbana en América Latina es el de la edad. Sin embargo -agrega-, esto parece estar cambiando a medida que crece el flujo migratorio: la presencia de un pariente en la ciudad reemplaza el factor juventud como predominante.

Por último, la autora concluye que, en efecto, «la migración rural-urbana no es simplemente un éxodo generalizado o indiscriminado de campesinos hacia las grandes ciudades. Los migrantes no son necesariamente ni los más pobres ni los más desadaptados ni los más preparados, aunque todos estos factores pueden ser de importancia en la decisión de migrar»42.

Un planteamiento que tiende a decantar mejor este conjunto de ideas es el de Lourdes Arizpe cuando sostiene que «los grandes cambios económicos se filtran a nivel local en forma diferencial para distintas clases sociales. Dicho de otro modo, cada clase social tiende a generar un tipo específico de migración en respuesta a los procesos económicos que la afectan»43. De ahí que se enfatice -desde este enfoque- conocer la dinámica de la migración al interior de cada una de estas clases sociales, en especial la de los sectores campesinos minifundistas que practican la agricultura de subsistencia y constituyen la mayoría en varios países latinoamericanos.

Estas preocupaciones y, con ellas la necesidad de buscar nuevas miradas analíticas, surgirán en el contexto de los trabajos de Chayanov, Sahlins y Meillasoux, entre otros44, quienes en términos generales abordarán como unidad de análisis la economía doméstica y la composición de la familia en el plano de las economías capitalistas. Es en esta perspectiva que autoras como Lourdes Arizpe, por ejemplo, contradiciendo la tesis que asigna a los sectores de subsistencia o a la economía campesina en general un papel reproductor de la fuerza de trabajo o de «reserva» para el sector moderno de la economía, sostiene la hipótesis «de que las propias unidades campesinas han desarrollado la migración como una estrategia de sobrevivencia y reproducción social. A través de la migración permanente de algunos de sus miembros, pero sobre todo a través de la estacional y la temporal, la familia campesina capta recursos que le permiten continuar con su producción así como asegurar su reproducción. Esta hipótesis (permite) romper con el mecanismo del modelo económico que reduce a mero receptor pasivo de las directrices del centro. Las unidades campesinas sufren presiones económicas externas pero toman también estrategias propias que pueden modificar las tendencias estructurales»45.

El resultado de sus investigaciones le permitieron concluir que los campesinos no sufren pasivamente las presiones estructurales. En el caso analizado -señala-, a partir de una estrategia familiar, los campesinos están recuperando recursos a través de la migración por relevos para continuar con una empresa agrícola ya incosteable y así asegurar su reproducción social46. «Gracias a la estrategia de migración por relevos -sin exclusión de otras estrategias semejantes o diferentes- el campesinado ha podido resistir la destrucción de su modo de vida, impuesta por el proceso de desarrollo capitalista»47.

El planteamiento de Arizpe contradice o refuta dos posiciones en algún sentido semejantes: la que considera a la unidad campesina como un reducto en vías de desaparición o en proceso de absorción por el sector moderno y, la de la llamada línea de «descampenización», protagonista de un largo debate en México durante los setenta. En ninguna -de acuerdo con Arizpe- se asigna un espacio teórico para considerar no sólo los efectos mediadores de la unidad doméstica, sino también la división del trabajo dentro de la familia campesina, factores claves en este enfoque para entender la dinámica de la migración y sus mecanismos más profundos en el ciclo migratorio.

Mediante esta línea de análisis también se refuta -con apoyo empírico- la muy recurrida interpretación de que la migración constituye una acumulación de decisiones individuales, sin mayores mediaciones como lo pueden ser el grupo social al que pertenece, el grupo cultural o una clase social. Lo mismo puede aplicarse para los estudios de casos que aíslan heurísticamente a las comunidades -hecho muy común en algunos estudios antropológicos- y desvinculan la dinámica de la migración de los procesos sociohistóricos más amplios.

Otros trabajos que se inscriben en la misma línea interpretativa y sin abandonar el marco del enfoque histórico-estructural, son los que han realizado en México Brígida García, Humberto Muñoz, Orlandina de Oliveira, Claudio Stern, Jorge Montaño, la misma Larissa A. de Lomnitz y un sinnúmero más de autores que han estudiado casos más específicos48. Varios de estos estudios han tomado como unidad de análisis al núcleo doméstico o la familia para investigar, especialmente, los procesos de incorporación al mercado de trabajo en el medio urbano, indagando desde la propia composición familiar hasta los mecanismos diferenciales que nativos y migrantes utilizan en su proceso de inserción urbana.

En alguna parte de sus conclusiones señalan lo siguiente: «Son estas cadenas de factores (las características económicas y sociodemográficas del grupo familiar, la ubicación de los individuos en la estructura de parentesco del hogar y sus características personales) que hacen más complejas las interrelaciones entre la demanda de mano de obra que se desencadena a nivel de la estructura económica y la participación del individuo en el mercado de trabajo. Es en este sentido que la familia puede ser conceptualizada como una instancia mediadora entre los dos fenómenos»49.


El análisis de cohortes de mano de obra -principalmente de origen migratorio-, también ha sido un recurso privilegiado para encontrar especificidades ya sea en los flujos migratorios como en los procesos de incorporación al mercado laboral. Lo cierto es que a través de este conjunto de trabajos, en México parece haberse consolidado la idea de que las condiciones sociales, económicas y políticas (de una comunidad, región y del país en su conjunto) afectan de manera diferenciada y selectiva a los grupos sociales, determinando en última instancia el perfil y características de los procesos migratorios y definiendo quienes emigran y quienes no.



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February 16, 2015