La pobreza desde la perspectiva de los estudios de migración



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La pobreza desde la perspectiva de los estudios de migración

Benedicto Ruiz Vargas
Investigador UIA-Noroeste

Los impactos sociales de la migración

     Se ha mencionado ya en otra parte de este trabajo aquella posición que postulaba que, en general, los migrantes -sobre todo del medio rural- manifestaban una tendencia a insertarse en actividades «marginales», el subempleo, o bien en el amplio espectro de lo que se ha denominado «el trabajo informal». Diversos estudios en México parecen refutar esta sentencia al aportar varios elementos que, por lo menos, nos hacen más complejo el panorama y niegan una interpretación lineal del proceso de incorporación de los migrantes a la economía urbana.
Uno de los impactos que más se mencionan como resultado de la migración es el del incremento de la oferta de trabajo en los mercados urbanos, generando desequilibrios entre la oferta y la demanda de mano de obra que la industria y otros sectores se ven incapacitadas para absorber. Debido a esto, se crea un campo propicio para la aparición de actividades de «autoempleo» en el sector terciario de la economía, así como los cinturones de «marginalidad» que circundan las principales ciudades mexicanas.

Los trabajos que refutan esta explicación -como ya se vio anteriormente bajo el enfoque de Singer- subrayan la propia dinámica de la industrialización y las necesidades que crea ésta misma en su proceso de expansión (creciente demanda de servicios financieros, transportes, educación, etc.), convirtiéndose en un polo que atrae la fuerza de trabajo e incentiva los flujos migratorios50.

Otro factor importante para explicar esta tendencia es la composición sociodemográfica de las corrientes migratorias. «Factores como la experiencia en el empleo, el origen rural-urbano, el nivel de educación y la composición de edad, son cruciales para explicar la absorción de la mano de obra migrante en la estructura ocupacional»51.

En su estudio sobre la absorción de mano de obra en la ciudad de México y las características de la oferta de trabajo, así como su incorporación al mercado laboral, Orlandina de Oliveira resalta el papel que juega en esta dinámica la demanda de trabajo de los diferentes sectores económicos. Además de esto, influyen también de manera decisiva los factores institucionales (políticas patronales, sindicales y gubernamentales de contratación), y las políticas del estado (fijación de salarios, subsidios, leyes reglamentarias sobre el trabajo, de protección a sectores específicos, políticas económicas y de población, etc.), que afectan en varios sentidos la localización de la mano de obra en la estructura ocupacional.

En esta investigación la autora encontró que «la composición migratoria de las cohortes de mano de obra que ingresaron a la PEA capitalina en los cuatro decenios que van de 1930 a 1970, manifiesta un porcentaje mayor de migrantes urbanos durante los cuarenta y un incremento considerable desde entonces en el porcentaje de migrantes rurales, que pasó de 48 por ciento en el decenio de los cuarenta a 61.9 en el de los sesenta. Mientras tanto la proporción de población rural decreció considerablemente en el país como un todo»52.

Al examinar si hay distintos mecanismos de absorción para trabajadores «transferidos» y «no transferidos"», así como los cambios en el tiempo -ya sea por variaciones en las características de los flujos migratorios o de la demanda de trabajo-, la autora concluye que «no es posible sostener que hubo una creciente absorción relativa de la mano de obra masculina transferida directamente de actividades agrícolas en el terciario, principalmente en los servicios personales»53.

En otros términos, de 1930 a 1939 los trabajadores transferidos de actividades agrícolas se incorporaron principalmente en el sector terciario, mientras que después del decenio de 1940 a 1949 aumentó la proporción de los que se incorporaron a la industria manufacturera y, de 1960 a 1969, entraron principalmente en éste último sector. Por lo tanto, «nuestros resultados sugieren -escribe la autora- que no es posible suponer a priori... que los trabajadores agrícolas transferidos directamente a la ciudad de México han sido absorbidos en forma creciente en los servicios personales, contribuyendo así a una «sobreterciarización» de la economía de la capital»54.

Otros trabajos de carácter empírico han estudiado los condicionamientos familiares en la actividad económica, diferenciando entre hogares dirigidos por migrantes y nativos, además de relevar el papel de la mujer en este proceso. El resultado de dichos estudios ha permitido llegar a las siguientes conclusiones: «en los hogares de los obreros hay una división del trabajo que, en términos relativos, asigna a los miembros del hogar (hombres y mujeres) un papel importante en cuanto a su participación en la actividad(...) Dada la heterogeneidad de este conjunto de hogares, tanto en términos de nivel de ingresos del jefe como de la composición de parentesco y ciclo vital del hogar, la división del trabajo varía de manera importante de un contexto familiar a otro»55.

Estos elementos impactan la estructura ocupacional -por lo menos en los casos estudiados-, así como los mecanismos de inserción en los mercados laborales. Pero al mismo tiempo ilustra cómo también la composición familiar juega un papel importante en la dinámica interna de la unidad doméstica de los obreros, al establecerse una división del trabajo especial en las estrategias más amplias de sobrevivencia. El estudio de los autores mencionados permitió afirmar que «en las unidades domésticas con jefes pobres se establezca una división del trabajo que estimula una mayor participación de otros miembros en la actividad económica con el objeto de completar [el salario]. Así, contar con disponibilidad de mano de obra familiar para el trabajo remunerado se vuelve fundamental para subsistir. Los bajos salarios se complementan con los bajos salarios de los otros»56.

Ahora bien, con respecto a la tesis que encuentra una relación directa entre migración y marginalidad, las investigaciones en México -por lo menos en algunos periodos- cuestionan y matizan esta aseveración. En este caso la marginalidad es vista como un fenómeno determinado por un conjunto de factores, cuya procedencia no necesariamente remite a un vínculo causal. Entre estos factores se mencionan, por ejemplo, las características particulares que asume el proceso de desarrollo económico del país, el origen de los migrantes en términos del tamaño de la localidad y el nivel relativo de desarrollo de la zona de la que provienen; la experiencia ocupacional previa del migrante, así como las condiciones de la estructura ocupacional de la localidad de destino -determinadas a su vez por el proceso de desarrollo-57.

Para los autores citados, «entre mayores sean las desigualdades regionales y los contrastes entre el nivel de vida de la población urbana y rural, manteniéndose constantes otros factores y suponiendo una migración p#f1b85dominantemente rural, mayor será la relación entre migración y marginalidad»58. En igual sentido, si a esto se agregan factores tales como la experiencia laboral, los bajos niveles de desarrollo de las zonas expulsoras que impactan, a su vez, las posibilidades de educación, es de esperarse que estas características den como resultado una mayor marginalidad.

Sin embargo, lo anterior también dependerá de la flexibilidad y condiciones de la estructura laboral recipiente. Si éste fuera el caso, por ejemplo, «los factores relacionados con el origen de los migrantes tendrán un menor peso como obstáculo para que estos se incorporen a la estructura ocupacional, esperando que se #f1b85duzca la relación directa entre la migración y la marginalidad»59.

El tiempo de permanencia en las localidades de destino es otro de los factores que ayuda a entender la relación entre estos fenómenos. La hipótesis de los autores arriba mencionados es que la proporción de migrantes absorbidos por el mercado laboral en posiciones marginales, sea menor conforme más tiempo hayan pasado en la ciudad, lo que, entre otras cosas, también tenderá a atenuar las diferencias entre los nativos y los migrantes en cuanto a ocupar puestos marginales.

Trabajos más específicos confirman en general estos planteamientos. Citamos uno a manera de ilustración: «...las áreas marginadas son receptáculo principal de migrantes, pero no surgen a partir de la llegada de estos a la ciudad; su origen se relaciona, más bien, con el propio proceso de urbanización que se da en Guadalajara, el cual ha implicado el encarecimiento de la vivienda, antes popular, de las zonas «céntricas» y la refuncionalización de espacios urbanos antes ocupados por habitantes de ingresos bajos»60.

En resumen, agrupando las cuestiones formuladas hasta aquí es posible afirmar que la inserción de los migrantes en la estructura urbana -sobre todo aquellos que provienen de las áreas rurales-, depende de un conjunto de factores en la que no todos tienen una relación directa con su condición de migrantes. Es decir, el migrante, por el simple hecho de serlo, no necesariamente tenderá a ocupar posiciones más bajas o «marginales» en la estructura laboral de la economía urbana.

Su situación dependerá -como ya se ha señalado- de variables tales como las propias características de la demanda laboral de los diferentes sectores económicos, la experiencia en el empleo, el nivel de educación y la composición de edad, así como el origen rural o urbano. La composición familiar o situación del hogar es otro elemento que influye en los mecanismos de inserción, como resultado de las estrategias de sobrevivencia o de la división del trabajo que se establece en las unidades domésticas, principalmente aquellas de escasos recursos.

Los mismos matices pueden introducirse con respecto a las posturas que buscan una relación causal entre migración y marginalidad. Como se ha visto en párrafos anteriores, la marginalidad está determinada más bien por las peculiaridades del proceso de desarrollo económico del país que, en lo general, tiende a ser polarizante y excluyente; influyen asimismo factores como el nivel relativo de desarrollo de las localidades de donde provienen los migrantes, su experiencia laboral previa y las condiciones que ofrece el lugar de destino para su ubicación laboral. El tiempo de residencia -como se ha demostrado en varios estudios- también constituye una variable que define en muchos casos la situación ocupacional y las diferencias entre nativos y migrantes.

Así, los estudios sobre migración interna en México permiten comprender cómo la pobreza en que viven cientos de mexicanos está mediada por múltiples factores, entre los que destaca la misma dinámica de crecimiento de la economía mexicana y las políticas diferenciadas del Estado en diversos momentos históricos del país. Políticas y patrones de desarrollo que afectan a los grupos más vulnerables.

MIGRACION INTERNACIONAL

     La migración internacional o la que tiene como destino principalmente los Estados Unidos, merece un comentario aparte, pues responde a determinantes distintos y presenta otra diversidad de características.

En ahorro de espacio y para los fines de este trabajo, hay que decir rápidamente que los estudios más sobresalientes en México sobre el fenómeno de la migración internacional, también estuvieron marcados en sus primeras etapas por el enfoque teórico derivado del paradigma marxista, o bien de las formulaciones elaboradas en el marco de la teoría de la dependencia y el enfoque estructuralista.

Si bien el estudio de la migración hacia Estados Unidos se inicia prácticamente desde las primeras décadas del siglo (destacadamente los trabajos de Manuel Gamio en 1930), será hasta los setenta cuando cobrarán una gran relevancia, intentando superar el nivel descriptivo que hasta entonces los había caracterizado. Serán los demógrafos y algunos sociólogos los que intentarán profundizar en los determinantes de un fenómeno que se hace visible durante estos años en nuestro país.

Bajo la influencia de los trabajos de Celso Furtado y de la CEPAL, entre otros autores destacados en el análisis social latinoamericano, los estudiosos en México buscaron explicar los determinantes de la migración hacia Estados Unidos como resultado de la «heterogeneidad estructural» de la economía mexicana; es decir, por las diferencias de productividad entre los diversos sectores de la actividad económica y sus complejas vinculaciones de intercambio y dominio entre los mismos sectores, generada por la relación centro-periferia de los países latinoamericanos por un lado y, por otro, por la concentración del progreso técnico en los polos más modernos de la economía nacional.
En términos de Furtado, esta situación da lugar a «un desequilibrio a nivel de los factores de producción, esto es, como un desajuste permanente entre oferta y demanda de factores provenientes de cierta articulación entre el perfil de la demanda y las formas de las funciones de producción»61.

En México lo anterior se tradujo de la siguiente manera: «...en las economías periféricas como la mexicana, la tecnología del conjunto del sector moderno se mueve hacia procesos productivos que #f1b85ducen el insumo de mano de obra con respecto al capital y al producto. En condiciones de existencia abundante de mano de obra, este proceso se presta y agudiza los fenómenos de concentración. Los efectos de esta situación se dejan sentir en varios frentes. Por un lado, se tiene que el avance del sector «moderno» libera mano de obra al destruir sectores y formas de producción «no modernas». Por otro lado, los fenómenos de concentración y las posibilidades tecnológicas utilizadas, al condicionar la composición y diversificación de la demanda, afectan también adversamente la absorción de mano de obra al provocar poco dinamismo en aquellos sectores o industrias con menores coeficientes capital-trabajo y mayor dinamismo en aquellos con mayores coeficientes...»62.

El éxodo de trabajadores mexicanos hacia Estados Unidos se contempla, así, como un resultado directo de estos patrones de desarrollo del país, en contraposición a las posturas que asociaban dicho fenómeno sólo a la desarticulación de las áreas rurales mexicanas o zonas atrasadas de la economía. Para este argumento, al distribuirse de manera desigual el progreso técnico se propicia una heterogeneidad estructural en la base de la economía productiva, que da lugar a desequilibrios en la dotación de factores y, con ello, la generación del desempleo y subempleo. Será esta subutilización en la fuerza de trabajo la que desencadenará el proceso migratorio hacia los Estados Unidos.

Francisco de Alba remata su explicación anterior al sostener que «...las diversas formas de inmigración a las economías industriales avanzadas no se consideran meros fenómenos coyunturales, sino elementos de carácter estructural ligados con el estado de desenvolvimiento del propio sistema (...)en la que elementos de carácter interno y externo se constituyen en un sistema global de interrelaciones dentro del cual (los países subdesarrollados) subutilizan y marginan a su fuerza de trabajo y los (países desarrollados) descubren en aquellos un depósito de fuerza de trabajo disponible casi inagotable»63.

En un planteamiento análogo otros autores exponen su concepción: «...el fenómeno de la migración es entendido (...)como un proceso de interacción entre factores situados en ambos lados de la frontera. Estos factores corresponden a un contexto estructural de mercado de mano de obra que opera desde México. Este fenómeno, y la manera en que opera estructuralmente hasta nuestros días, ocupa cuando menos los últimos cien años de la historia de ambos países»64.

En un trabajo que se convirtió en una referencia obligada para los estudiosos de la migración internacional, Jorge Bustamante establece que «la inmigración de México hacia los Estados Unidos es entendida como una consecuencia de los procesos históricos y estructurales que han conformado a la sociedad norteamericana como un todo (...) Para los efectos de este trabajo, el fenómeno social total bajo estudio se entenderá en el contexto del modo de producción capitalista que se da históricamente en los Estados Unidos (...) Tal modo de producción se entiende como el resultado de un proceso histórico de contradicciones entre las fuerzas del capital y del trabajo»65.

Pese a estos esfuerzos de conceptualización, por lo demás característicos de los años setenta dentro de las ciencias sociales en México, los estudios que siguieron a estas primeras formulaciones se encaminaron más hacia la «medición» del fenómeno y sus connotaciones específicas como las políticas migratorias de los Estados Unidos, el volumen de la migración y sus impactos en la economía norteamericana, las remesas de divisas hacia México y los efectos de la migración en las relaciones bilaterales, entre otros aspectos.

Fue tal el auge que cobraron estos enfoques en una abundante bibliografía de analistas mexicanos y estadounidenses que a principios de la década de los ochenta Gerónimo Martínez señaló lo siguiente: «Para entender el fenómeno de la migración indocumentada no basta hacer encuestas por más amplia que sea su cobertura de población. Es necesario desarrollar las teorías que integren a esos conceptos en la formulación de esquemas que permitan pasar de la descripción a la explicación. Hasta ahora no podemos sentirnos satisfechos de los avances logrados en la explicación científica de la migración de México hacia Estados Unidos»66.

Advertencias aparte, el hecho es que la gran mayoría de los estudios sobre este fenómeno se ciñeron en años posteriores, algunos más otros menos, a aquel marco de referencia que identificó el movimiento migratorio como el resultado estructural de la relación asimétrica entre los dos países. De manera más específica, a una relación de oferta y demanda de mano de obra que dependerá de las condiciones particulares y el momento histórico de cada país. Las características de la migración y la movilidad de esta fuerza de trabajo, entonces, responderá a esas condiciones, definiendo corrientes migratorias permanentes o temporales.

La búsqueda de lo específico de estas corrientes y su engarce con el contexto histórico y particular de cada país -referente último en varias explicaciones-, dará lugar durante toda la década de los ochenta y parte de los noventa a un conjunto de trabajos que desmenuzan los componentes que intervienen en estos flujos migratorios, tanto a nivel de microregiones como en el plano más amplio de las economías nacionales. Quizá los aportes más sustantivos de los estudios en este renglón se encuentren en esta amplia variedad de trabajos de campo que han seguido los vaivenes al flujo migratorio hacia Estados Unidos.

Es a través de ellos que se conoce hoy más de cerca en nuestro país las diversas constantes y su cambio a lo largo del tiempo en las pautas migratorias, la particularidad de sus desplazamientos y las diferencias que guardan con otros movimientos poblacionales al interior de México.

Sólo por citar algunos de los ejemplos más destacados en este sentido, veamos la precisión que hace Arizpe al respecto: «...a pesar de que el éxodo rural y la migración extrafronteras se hallan interrelacionados, constituyen dos movimientos distintos en lo que respecta a ritmos y selectividad del tipo de migrantes involucrados»67 . Es decir, la migración mexicana hacia Estados Unidos -según la autora- no constituye un simple «desborde» de los flujos migratorios internos, sino que afecta principalmente a grupos más o menos delimitados y específicos, como lo demuestra en esta investigación.

Esta distinción de suma importancia también ha sido aplicada por otros autores para analizar la misma composición de los flujos que se dirigen hacia Estados Unidos, considerándolos como un movimiento heterogéneo y con raíces diversas en la determinación de sus desplazamientos. En otras palabras, no sólo la migración interna e internacional son dos corrientes distintas, sino que al interior de ésta última también suelen encontrarse diferencias significativas.

Wayne Cornelius lo plantea de la siguiente manera: «(...) evidencias de estudios más reciente, elaborados en ambos lados de la frontera, utilizando metodologías que nos permiten diferenciar con mayor precisión entre la variedad de fracciones de stock y flujo de migrantes, han confirmado que la migración mexicana hacia Estados Unidos es más heterogénea, en términos de los patrones de establecimiento, género, status legal, experiencia laboral antes y después de la migración a Estados Unidos y en otras formas; tanto, que desafía cada vez más la generalización»68.

Esta variedad de trabajos muestran cómo algunos factores determinantes de la migración hacia Estados Unidos permanecen inalterados (como por ejemplo las tradiciones de migrar, como se verá enseguida), mientras que otros han venido sufriendo cambios significativos ya sea por la transformación del contexto social o por las modificaciones en la composición familiar, además de los propios cambios de la demanda laboral del mercado estadounidense; una variable por cierto fundamental en la dinámica migratoria.

Aunque suelen haber diferencias en el peso específico que guardan algunos de estos determinantes, los estudios de campo en varias comunidades han podido establecer que dentro del flujo de migrantes rurales, no todos los que se dirigen hacia Estados Unidos son campesinos pobres o sin tierras. Arizpe lo expone así: «Comparado con el flujo general de emigrantes rurales, la migración a Estados Unidos contiene una proporción menor de migrantes pobres y sin tierras, de mujeres, de ancianos, y de jóvenes de ambos sexos de hogares rurales de ingresos medios y altos. El grueso de los migrantes hacia los Estados Unidos son hombres adultos ligados, de alguna manera, a la pequeña producción agrícola. Y, muy importante, no todos ellos son asalariados sin empleo, lo cual significa que, a partir de cierto punto, los factores de atracción superan a los factores de expulsión que ponen en disponibilidad de migrar a parte de la población rural»69.

Para la autora son los campesinos minifundistas los que componen la fuente más importante del éxodo rural hacia los Estados Unidos, debido sobre todo a su dinámica familiar y al carácter consecutivo de la migración según el ciclo doméstico (migración iniciada por el padre y seguida por los hijos mayores), lo que permite una «reproducción por relevos» de las unidades familiares.

La pobreza como factor determinante en el flujo migratorio internacional ha sido ampliamente debatida por los estudiosos del tema. Sintéticamente, para algunos la situación de precariedad entre algunos migrantes -ya sean rurales o urbanos- impide sufragar los costos que implica el desplazamiento y la misma internación hacia los Estados Unidos. Sin embargo, para otros esta situación de precariedad se compensa en muchos movimientos migratorios hacia aquel país por medio de las #f1b85des sociales establecidas por largo tiempo, por rutas de migración y lazos familiares o de amistad en los Estados Unidos.

Esto que se ha instituido como una «tradición migratoria» a lo largo de varias décadas, si bien no resulta determinante para explicar el éxodo de mexicanos hacia Estados Unidos en su conjunto, sí es un componente que ayuda a entender la persistencia de regiones «emisoras» en México, independientemente de su volumen en el flujo global. De acuerdo con una investigación de Víctor Zúñiga en algunos municipios de Nuevo León, la forma en que son socializados algunos jóvenes que pertenecen a linajes de migrantes, permiten conformar una identidad de «migrante internacional», la que encierra un capital social y cultural en la que se incluyen los siguientes elementos: «#f1b85des parentales presentes en ambos lados de la frontera; conocimientos precisos sobre el comportamiento del mercado laboral; información sobre la legislación migratoria norteamericana; estrategias refinadas para aprovechar en beneficio propio las coyunturas legislativas o, en su defecto, para burlar las leyes migratorias; hábitos familiares que regulan el uso de las divisas generadas por el trabajo de los migrantes en el extranjero; sistema de apoyo mutuo, fundados en lazos de parentesco o de amistad que facilitan, sostienen y perpetúan la migración internacional»70.

En un nivel más amplio sobre la migración hacia los Estados Unidos, se ha mencionado el factor de los salarios diferenciales que existen entre ambos países como uno de los elementos más reiterados en la generación de los desplazamientos migratorios. Las orientaciones de Todaro y otros estudios parece confirmar el papel de las variaciones salariales en México como motor en el éxodo general de la migración mexicana71.

Con todo, varios de estos planteamientos pueden ser sintetizados en la forma en que lo hace Wayne Cornelius en uno de los trabajos más recientes sobre la migración mexicana hacia Estados Unidos, en donde sostiene que el flujo migratorio hacia aquel país responde principalmente a los siguientes factores:

a)«La fuerza y constancia de la demanda de obreros mexicanos en la economía postindustrial; b) el impacto de las variables demográficas de la Unión Americana sobre la composición de la fuerza laboral de ese país; c) los efectos macroeconómicos positivos de la migración mexicana sobre la economía norteamericana; d) la larga tradición emigratoria que existe por lo menos en las ocho entidades federativas de México que históricamente han sido las emisoras de fuerza de trabajo hacia Estados Unidos; e) los cambios en los patrones migratorios de México, principalmente el hecho de que ha estado creciendo el flujo de emigrantes de origen urbano; f) las modificaciones jurídicas más recientes a Estados Unidos»72.

En otros términos, la síntesis del autor nos remite a las premisas básicas de aquel postulado que explica la migración hacia Estados Unidos como resultado de esa interrelación dinámica entre ambos países. Sin embargo, el matiz que ha estado presente a lo largo de esta discusión es que el peso determinante en todo este proceso lo ocupan los factores derivados de la demanda de fuerza de trabajo por parte de los Estados Unidos, tal y como lo sostiene -por ejemplo- Jorge Bustamante a través de dos hipótesis: por un lado la que afirma que la emigración de mexicanos hacia Estados Unidos responde más a los cambios de la política norteamericana que a «los factores de expulsión imperantes en México» y, por otro, la que sostiene que el volumen de migración «ha estado inversamente relacionado con los incrementos del desempleo en Estados Unidos y directamente relacionado con la demanda de mano de obra barata en este país»73.

Un elemento nuevo que enriquece el análisis es el introducido por Víctor Zúñiga al afirmar que si bien la demanda «puede ser considerada como la condición necesaria de la emigración internacional, no rige la selectividad de los migrantes. O en otros términos, la demanda no puede ser definida como la condición suficiente del proceso». Estas condiciones estarían dadas por «los cambios y características de la oferta de trabajadores mexicanos hacia el mercado laboral de Estados Unidos», las que en su conjunto constituirían las condiciones suficientes del flujo migratorio internacional. En ellas se incluirían para el autor las tradiciones migratorias internacionales de determinados grupos sociales en México74.

¿Supremacía de la demanda laboral de los Estados Unidos sobre la oferta de trabajo en México, o viceversa? Digamos que este sería uno de los puntos ciegos en los actuales estudios sobre migración internacional. Quizá convendría invertir la mirada y quedarnos con una de las afirmaciones de García y Griego: «Una de las características más extraordinarias y menos estudiadas de la migración de mexicanos a Estados Unidos es el hecho de que se trate de una proporción pequeña de la población nacional que tiende a provenir de las mismas zonas de la República a lo largo del tiempo»75.



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February 16, 2015