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LA FRONTERA ESTADOS UNIDOS-MÉXICO: UNA ZONA DE GUERRA
Benedicto Ruíz Vargas
En 1973, Joseph Coors y Paul M. Wyrich fundaron la Heritage Foundation, un organismo que se convertiría de acuerdo con Jesús Velasco- en el centro por excelencia del pensamiento de la Nueva Derecha. Un año después los mismos personajes crearon el Committee for The Survival of Free Congress, en tanto que en 1974 el senador por el estado de Carolina del Norte, Jese Helms fundó The American Legislative Exchange Council; en 1975 Howard Phillips, antiguo miembro de Young American for Freedom, constituyó el Conservative Caucus con el objetivo de "desmantelar a la izquierda norteamericana, reestructurar la Doctrina Monroe y constituir una frontera fuerte".
En 1975 Roger Stone, Charles Black y John T. Dolan, con la colaboración de Jese Helms, dieron vida al National Conservative Political Action Committee. En cuanto a organizaciones religiosas destacan la Christian Obice formada en 1978 por Robert Grant y Richard Zone; la Religious Round Table creada en 1979 por Ed McAteer y, al final del mismo año, nacería el grupo más importante de toda la unión americana: la Moral Mayority que estuvo bajo la dirección de Jerry Falwell, con la colaboración de Ed McAteer, Howard Phillips, Paul Weyrich y Richard Vieguerie.32
Han pasado más de veinte años del influjo de este pensamiento en los Estados Unidos, pero hoy pareciera que estamos regresando a sus orígenes, a sus manifestaciones y políticas públicas. El contexto de los cambios en el mundo y al interior de norteamerica parece semejante, aunque en dimensiones distintas. El pensamiento fundamentalista está de regreso tanto en el grupo gobernante como en algunos segmentos de la sociedad estadounidense. Las posturas en las políticas externas e internas de Estados Unidos se han vuelto a endurecer.
Como apunta Lorenzo Meyer en un artículo reciente, el núcleo que rodea al presidente George W. Bush "está formado por personajes abiertamente identificados no sólo con el pensamiento conservador sino con la derecha dura y militante", a la cual "le aporta ideas un grupo más amplio de teóricos e intelectuales muy sofisticados, como George Will, William Kristol, Willian Safire o Robert Novak, entre otros".33
De acuerdo con Meyer, este grupo tiene una base social y electoral en el amplio espectro de la "Derecha Cristiana", compuesta por los fundamentalistas evangélicos y los católicos conservadores, cuyo papel fue decisivo en la reelección del presidente Bush en noviembre de 2004. Esta base social tiene una visión del mundo "francamente reaccionaria, sorpresivamente provinciana, estrecha, antimoderna y muy agresiva", lo que hace muy peligroso que la política interna e internacional del gobierno esté ligada a estas visiones parroquiales y militantes. Siguiendo un artículo de Bill Moyers (publicado en The New York Revieew of Books el 24 de marzo de 2005), Lorenzo Meyer señala que la teología compartida tanto por estos grupos evangélicos como por los católicos conservadores es que la Biblia debe leerse y aceptarse en su sentido literal.
Así, la prédica de estos grupos (cuya raíz se remonta al siglo XIX, como hemos visto), es que el fin del mundo está bastante próximo y el porvenir está definido por un solo término: "Rapture" (el Arrebato); cuyo significado es que una vez que Israel termine de ocupar las llamadas "tierras bíblicas", será atacado por legiones de anticristos, lo que llevará a la gran batalla en el valle de Armagedón. En ese momento tendrá lugar el retorno del Mesías como un "arrebato".34
Es posible afirmar que este pensamiento de corte fundamentalista que hoy nutre las visiones del gobierno de Estados Unidos y de otros grupos civiles, reapareció con intensidad a partir del 11 de septiembre de 2001 cuando el ataque terrorista a las Torres Gemelas de Nueva York. Sin embargo, el análisis histórico de las raíces de este pensamiento, así como de sus manifestaciones en momentos cruciales de Estados Unidos, nos hace creer que la embestida terrorista fue simplemente un factor que vino a exacerbar un sentimiento y una actitud política que ha estado latente en la sociedad estadounidense. El terrorismo, como amenaza externa e interna, ha sido un detonante pero no la causa esencial del endurecimiento de la sociedad y de las políticas del gobierno del presidente Bush. Lo sorprendente no es eso, sino la hegemonía y la amplitud del pensamiento conservador en Estados Unidos.
El sentido de una sociedad y un país amenazado por difusos y múltiples enemigos ha renacido en Estados Unidos como en otros momentos clave de su historia, permitiéndole redimensionar su política exterior y los controles internos. El temor hacia los otros, la defensa a ultranza del credo norteamericano y la política unilateral cobran un nuevo significado en el mundo global, percibido como amenaza y potencial peligro para los cimientos de su sociedad. Después del 11-S, la visión de Estados Unidos se tornó apocalíptica y, a partir de ahí, amenazante.
Su primera reacción ha sido sellar sus fronteras, especialmente la que comparte con México. Su objetivo es protegerlas contra los nuevos males del mundo: terrorismo, migración ilegal, tráfico de drogas y cualquier otro tipo de contrabando. La protección se basa en dos principios clave, según un boletín divulgado por la Embajada de Estados Unidos: "Primero, las fronteras aéreas, terrestres y marítimas [...] deben proveer para la población estadounidense una defensa sólida contra todas las amenazas del exterior, siendo la más importante los terroristas internacionales, pero también las drogas, las enfermedades extranjeras y otros enemigos peligrosos; segundo, la frontera de Estados Unidos debe ser altamente eficiente, una frontera que presente poco o ningún obstáculo a todo comercio y viaje legítimos".35
En la protección de la frontera, el papel de la Patrulla Fronteriza y el Servicio de Inmigración y Naturalización han cobrado una enorme importancia, tal y como lo declaró un poco después de los ataques terroristas el Procurador General John Ashcroft. "La capacidad de la Patrulla Fronteriza para asegurar la integridad y seguridad de nuestras fronteras nacionales sería una parte integral en este esfuerzo por frenar y prevenir el terrorismo. El despliegue de infraestructura operativa y las estrategias tecnológicas a lo largo de la frontera con México son elementos clave de los esfuerzos de la Patrulla Fronteriza para disuadir e impedir que los terroristas ingresen a Estados Unidos".36
Pero al mismo tiempo que la frontera México-Estados Unidos se cierra o se hace impenetrable, las fronteras de éste último país se hacen más extensas al incluir todo el territorio mexicano. Porque eso es justamente lo que implica el "Plan Antiterrorista Estados Unidos-México-Canadá", anunciado un poco después del 11-S. Lo mismo significa el "Comando de América del Norte", el cual "podrá desplegar sus fuerzas en la frontera con México y, sobre todo, tendrá acceso libre a los cielos y las aguas territoriales mexicanas, siempre que se considere que está en riesgo su 'seguridad nacional'".37
La noción de país sitiado y amenazado por múltiples peligros ha transformado la política de seguridad de Estados Unidos, dimensionando su vieja concepción militar. Esto implica, de acuerdo con Brian Loverman, actuar ante un "full spectrum threat dominance" (dominio del amplio espectro de amenazas), entre las que se incluyen aspectos relacionados con la salud, la economía, la agricultura y, por supuesto, la inmigración. Las "nuevas guerras", en la concepción de algunos autores.38
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