Para una Universidad Distinta Diez Apuestas de la Universidad de la Compañía de Jesús en la Actualidad



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Para una Universidad Distinta Diez Apuestas de la Universidad de la Compañía de Jesús en la Actualidad


David Fernández, s.j.

 Cuando Ernesto Sábato sintió que la muerte le venía, escribió La resistencia, en donde reflexiona sobre la vida y las circunstancias que habían trascurrido. Lo sorprendente en este libro, comenta el autor argentino, es que cuando va a llegar el momento supremo se ponga a escribir sobre la educación, a la que entiende como el corazón de la sociedad, base para la justicia, la equidad y la humanización cabal.

Sábato propugna por una educación diferente, convencido de que "únicamente los valores del espíritu nos pueden salvar de este terremoto que amenaza a la condición humana"1. Son palabras muy fuertes, pero que tal vez tienen ahora una vigencia más maciza que cuando fueron escritas.

"Estamos indudablemente frente a la más grave encrucijada de la historia, ya no se puede avanzar más por el mismo camino",2 a riesgo de acabar con el planeta. El humanismo que había caracterizado al pensamiento occidental está siendo minado por un escepticismo, expulsado por una racionalidad económica meramente productivista que todo lo arrasa. Dice Sábato:
"La primera tragedia que debe ser urgentemente reparada es la desvalorización de sí mismo que siente el hombre, y que conforma el paso previo al sometimiento y a la masificación. Hoy el hombre no se siente pecador, se cree un engranaje, lo que es trágicamente peor".3

La libertad, entonces, se encuentra seriamente amenazada; sin libertad nada vale la pena, porque ésta nos ha sido dada para cumplir nuestra misión en la vida. El ser humano se encuentra hoy encadenado a valores y a comodidades que nos ofrecen la técnica y el mercado; con frecuencia huye de la posibilidad de experiencias profundas como el amor o la solidaridad. Somos multitud masificada que mira aislada el televisor, que ha perdido su capacidad para mirar lo cercano, lo cotidiano. Se nos cierran poco a poco los sentidos, aturdidos como estamos de una información indiscriminada. Si no nos dejamos tocar por lo que nos rodea no podemos ser solidarios con nada ni con nadie.

Hoy, a principios del nuevo siglo, el mercado se ha apoderado de la educación, lo que significa un serio riesgo para la misma. Ya no se trata de un instrumento para luchar contra el sometimiento y la ignorancia, sino de un bien que se adquiere, se posee, que tiene un costo de producción, un valor de intercambio, y ése es el contexto en el que está nuestra universidad.

No son pocos los jóvenes que creen que el maestro les vende un conocimiento igual que cuando van a la tienda y compran un Levi's que les abrirá las puertas del éxito individual. De esta manera, la educación se tiende a concebir, ya no como un acto de justicia o cumplimiento de un deber de unas generaciones para las otras, sino como un gasto, inversión o subsidio.

El derecho a la educación se está convirtiendo en el derecho a tener servicios educativos. El proyecto de formar sujetos autónomos se viene trasformando en la producción de recursos humanos, y los antiguos criterios de evaluación son ahora estándares de calidad. Así, los ciudadanos se trasforman en demandantes y clientes de servicios educativos, como si lo fueran del agua o de la electricidad.

Los nuevos conceptos que impulsan a la educación hacia el mercado son la globalización y la sociedad del conocimiento, o, como diría Jesús Martín-Barbero, del desconocimiento: de sus orígenes, culturas y valores. La educación se vende como la vía privilegiada, abierta a todo el mundo. Antes, el horizonte de la escuela era el mundo del trabajo, hoy, las empresas ya no pretenden generar nuevos puestos sino trasformarlos y sustituirlos con nuevas tecnologías. No es gratuito que Sábato enfatice que en las escuelas debemos enseñar:

"que vivimos en una tierra que tenemos que cuidar, que dependemos del agua, del aire, de los árboles, de los pájaros y de todos los seres vivientes, y que cualquier daño que hagamos a este universo grandioso perjudicará la vida futura y puede llegar a destruirla. ¡Lo que podría hacer la enseñanza si en lugar de inyectar una cantidad de información que nunca nadie ha retenido, se le vinculara con la lucha de las especies, con la urgente necesidad de cuidar los mares y los océanos! [...] es crucial que comprendamos que la primera huella que la escuela y la televisión imprimen en el alma del chico es la competencia, la victoria sobre sus compañeros, y el más enfático individualismo, ser el primero, el ganador. Creo que la educación que damos a los hijos procrea el mal porque lo enseña como bien: la piedra angular de nuestra educación se asienta sobre el individualismo y la competencia. Genera una gran confusión enseñarles cristianismo y competencia, individualismo y bien común, y darles largas peroratas sobre la solidaridad que se contradicen con la desenfrenada búsqueda del éxito individual para la cual se los prepara".4

 

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Posted on

February 16, 2015